Page 112 - Luna de Plutón
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LA GUERRA DE METALLUS
Knaach todavía no podía salir de su consternación inicial. Por ello, una y otra vez,
se vio a sí mismo en el tren aéreo de Plutón, recordando frase por frase cada
conversación con su amiga, y las palabras exactas de ella: sí, su nombre era Claudia
del Titanium, y sí, Panék claramente se estaba refiriendo a su padre. Ella era la hija de
él, el rey de Ogroroland y literalmente de toda Iapetus.
El hombre que ahora resultó haber sido el responsable directo de que Hathor,
Tepemkau y Pisis fueran huérfanos.
No lo podía creer, por lo que no juzgó la prudencia de la siguiente pregunta.
—¿Qué sucedió con él?
Hermoso y Precioso le dirigieron una mirada instantánea de reproche, sin
embargo, a Panék no pareció importarle. Sucedió hace ocho años, cuando Iapetus era
una super-potencia en el Sistema Solar.
La gigantesca nave espacial aterrizaba en las afueras de Hamíl, y aun cuando el
poblado de los elfos no estaba tan desarrollado como en la actualidad, lo cierto era
que aquella fortaleza del espacio era por lo menos dos veces más grande; nada menos
que un descomunal armatoste circular y aplanado por ambos lados.
Otro centenar de naves de la misma forma, pero más pequeñas, inundaban el
cielo, moviéndose de aquí y allá, expulsando rayos holográficos que analizaban el
suelo de Titán. Los pobladores salían de sus hogares para ver, impresionados, aquel
espectáculo inesperado. Llevaban horas intentando comunicarse con ellos, pero era
fácil ver que el sistema de comunicaciones de los visitantes era tan distinto que no
había ni por dónde empezar a establecer una conexión. Hicieron señales de luces, pero
tampoco funcionó. O bien la tripulación de las naves no los veía, o bien no tenían
intención alguna de comunicarse. Pronto, elfos aficionados a la lectura y a la mecánica
espacial revelaron que aquel diseño de nave estelar pertenecía a los ogros. Y que el
plato grande que había aterrizado en las afueras era nada menos que una nave
imperial. El líder estaba ahí dentro.