Page 116 - Luna de Plutón
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Aun recubiertos por tela, podía entreverse que los brazos del temible rey Metallus
eran enormes y musculosos. Las rodillas de su armadura parecían escudos brillantes,
el torso de la armadura tenía la forma de la cabeza de un dragón y las hombreras
estaban llenas de espinas largas y gruesas. Había otro detalle más: uno de los
guardaespaldas de armadura dorada llevaba a un bebé en brazos, una niña que estaba
tapada por mantas de cuadros.
Metallus se quitó el casco para hablar con Marion.
—¡Buenas! ¡¿Quién es usted?!
—Marion, y vengo en representación de Hamíl, el pueblo élfico.
—¿¡Ah, sí!? ¿¡Y qué desea!?
—Negociar el agua que están sustrayendo de nuestros lagos, y también regular las
cantidades en que se las llevan, pues a este paso, no dispondremos de ella nosotros
mismos.
Metallus hizo silencio por un momento y giró la cabeza para ver al guardia.
—¡Devuélveme a mi hija! —pidió.
Mientras le extendía cuidadosamente a la niña, y este la recibía entre sus brazos,
Marion se había dado cuenta de que aquel hombre no le estaba gritando expresamente
a ella o a los otros guardias que se habían retirado, sino que hablaba así.
Panék oteaba cautelosamente el horizonte, lleno de figuras de ogros, como un
ejército medieval llenando la cima de una colina, apostados para ver la escena.
—¿Es su hija? —preguntó Marion sutilmente, bajando la vista y tocando su
abultado vientre de madre en espera.
—¡Sí! ¡¡Nunca me separo de ella!!
La elfa veía con gran candidez a la niña en los brazos de su padre, sus ojos violeta
se hicieron aún más dulces.
—Aquí en Titán tenemos la costumbre de que todos los recién nacidos, sean de la
raza que sean, si están en tierra élfica, deben ser bautizados con una oración. Permite a
las almas jóvenes ocupar el mismo espacio sobre la tierra que dejaron los espíritus del
pasado.
—¡Qué interesante! ¡Pero mejor consideremos que ahora estamos en una especie
de Embajada!
El elfo que llevaba el saco con esferas de platino se hallaba atemorizado por
Metallus y, a la vez, cabizbajo. Los elfos son seres de aguda inteligencia, y realmente
no se necesitaba ser muy listo para deducir que una raza que podía darse el lujo de
confeccionar armaduras tan impresionantes con titanio y metales preciosos no
necesitaba en lo más mínimo de la mercancía con la que tenía la esperanza de hacer