Page 198 - Luna de Plutón
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—¿¡Por qué ha sucedido esto, Rockengard!? ¡Mis controles fallan también, el
chisme electrónico dice que hay recalentamiento!
—En el espacio, no hay viento en contra-picada que luche contra nuestra nave si
vamos a una velocidad excepcionalmente rápida. Sin embargo, eso no quiere decir
que, haciéndolo, no nos puede pasar algo similar a lo que les pasa a los pájaros
luchando contra la brisa del mar. Es fascinante…
—¿¡Qué quieres decir, vejete!?
—Quiero decir que hay algo llamado «hiperespacio», es una línea paralela de
tiempo y solo se alcanza viajando a la velocidad de la luz —explicó con paciencia—.
No estábamos girando alrededor de La Anubis a la velocidad de la luz, pero sí a una
parecida, y cuando cambiaste la posición de la nave durante ese trance, la Tungstenio
sintió una suerte de fricción espacial, algo como darse de cabeza contra una puerta
semiabierta.
—¡Hohoho! ¡Ya puedes hacerme reverencia por esquivar un torpedo a semejante
velocidad!
—Es obvio que la ley de las probabilidades, tomada de la mano con una suerte
inaudita, jugó a tu favor, viejo creído.
Pisis y Tepemkau estaban abrazados, flotando en medio del cuarto, sus gritos
apenas se escuchaban, todo, alrededor de ellos, sonaba como un hórrido ventarrón
huracanado, como estar en el centro de un tornado. Ambos niños estaban envueltos
entre sábanas y plumas de almohada que se desplazaban por el aire. Hathor
permanecía abrazado a Knaach, una lágrima aplastada y temblorosa bañaba su
mentón, tenía los ojos cerrados y los dientes apretados, el león también mantenía sus
ojos cerrados, mostraba sus enormes colmillos, y rugía de dolor, aferrándose con sus
garras a la madera de un clóset, gritándole al niño que no se soltara de él. Los elfos
que estaban en la Sala de Máquinas volaban por el aire, con las piernas y los brazos
extendidos, con sus ropas ondulando salvajemente, como si bajo ellos estuviese
soplando un gigantesco ventilador. Varias láminas de platino de las paredes se
desprendieron y se pegaron al techo, rompiendo el cristal de los monitores, que se
escurrían hacia todas partes. Los pasillos dejaban de ser largos y angostos para
convertirse en plazas amplias, pues cada vez había menos paredes que los separasen.