Page 231 - Luna de Plutón
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A los leones Hermoso y Precioso no se los halló al pie de las ruinas del palacio de
Hamíl, donde se pensó que estarían, sino en el lugar donde enterraron a Kann, en el
campo libre, a la sombra del gran árbol antiguo donde el anciano, de joven, solía
pasar la mayor parte de sus días estudiando. Hubo una gran reunión de elfos en la
mañana, cuando se hizo la ceremonia y el entierro, sin embargo, Hermoso y Precioso
se quedaron ahí el resto del día, en silencio, uno al lado del otro, al pie de la tumba.
La noche fue plácida y silenciosa, mucho más de lo que usualmente solía ser en
Hamíl, nadie salió a la calle, la atmósfera era calma y profundamente reflexiva. Los
ingenieros, obreros, científicos de la Tungstenio y los de La Anubis eran una historia
diferente: todos estaban conglomerados en una inmensa carpa montada entre ambas
naves y ya se había dado lugar a acalorados debates entre cuál nave era la mejor:
como ambas tenían sus fortalezas y sus desventajas, los bandos aprendieron mucho,
sin embargo, la discusión se profundizó en que todo dependía de qué tan buenos eran
los tripulantes, cosa que también los ayudó a descubrir muchos defectos y desventajas
en la forma y método de operar de ellos mismos que, aun cuando no estaban mal,
podía haberse hecho mejor, abriendo de par en par las puertas de la experiencia.
Como el anterior había sido un día bastante especial, los niños habían hecho todo lo
que querían, y por ello Hathor y Knaach se quedaron a dormir en el pueblo, dentro de
los dormitorios del refugio, donde pudieron estar a sus anchas. Al salir y disponerse a
dar un paseo por ahí, encontraron que todos estaban enfrascados de vuelta en sus
actividades normales, aun cuando la atmósfera era más agitada de lo normal debido a
la presencia de los ogros, quienes compraban toda clase de souvenires y llenaban los
restaurantes.
Al salir de Hamíl, siguiendo el largo camino entre los vastos, interminables,
campos de las cosechas, encontraron a Degauss, el único elfo de piel oscura, el único
no nativo de Hamíl, de espaldas anchas y brazos fuertes, con una cinta que sujetaba
una pluma anudada en el brazo, viendo atentamente a dos figuras a lo lejos: Metallus y
Panék, uno aproximado al otro pero sin verse las caras.
—Es imposible para Panék sanar todas las heridas que quedaron de aquel día. Sin
embargo, es un comienzo… —dijo, cuando Hathor y Knaach estuvieron ahí.
Sin mediar palabra, decidieron atravesar los tantos caminos entrelazados que había
entre los campos de sembradíos y las cosechas, donde no se podía ver un final claro.
Hathor le explicó al león que uno de los principales negocios de Titán era la
agricultura, que gracias a la calidad del agua de la luna, y a sus formidables
propiedades curativas, los frutos y productos élficos eran considerados los más finos
del Sistema Solar, y por lo tanto, muy demandados entre los comercios más ricos del