Page 233 - Luna de Plutón
P. 233

necesarios… Cuando estábamos en la nave espacial, él me salvó la vida, ¡mientras que

  tú casi me mataste cuando llegamos, gorda!
       Claudia descubrió su cara, frunciendo el ceño.

       —¿Así es como me recibes después de todo el tiempo que ha pasado, miserable

  ser? ¿Maltratándome emocionalmente?

       —Oh, por dios —criticó, girando los ojos—. Mides dos metros y eres más dura
  que un ladrillo, eres «inmaltratable», además, no tienes idea de todas las cosas por las

  que he pasado yo.

       Hathor no pudo evitar sonreír, nervioso. Lo inquietaba ver a alguien tan grande

  como Claudia. A su lado, Knaach parecía un perro grande, y ante los ogros adultos, se
  veía como un simple gato.

       —Pues no la has debido pasar muy mal después de todo. Te ves más gordo que la

  última vez que te vi.
       —Mira  quién  habla  de  gordura  —le  contestó  el  felino,  sacudiendo  su  melena,

  ofendido—. Con tu trasero podrías convertir un yunque en un panqueque.

       —¡Pero eso es por mi contextura! ¡Yo soy rellenita! En cambio tú estás más gordo
  porque estás embarazado.

       —¿Qué quieres decir con eso?

       —Dime, ¿quién es el padre? ¿Hermoso o Precioso?

       Los ojos del león se abrieron a su mayor capacidad, y sus pupilas resplandecieron
  en  fuego,  mientras  que  dentro  de  su  mente  un  referí  de  lucha  vociferaba:  «¡AL

  COMBATE!».  Se  arrojó  encima  de  Claudia  rugiendo,  esta  pudo  sujetarlo  a  tiempo

  tomándolo de la melena con ambas manos, sin embargo, consiguió asestar dos, tres,

  zarpazos a la quijada de la chica, quien levantó la pierna y le encajó un rodillazo en el
  pecho, haciéndolo caer para atrás, quedándose con mechones de melena arrancadas

  entre sus manos.

       Knaach rodó por el piso, pero pronto se puso de pie, al igual que la niña, que se
  levantaba  del  suelo.  Audazmente  se  escabulló  debajo  de  las  piernas  de  ella  y  se  le

  trepó por la espalda, tomándolo de las trenzas del cabello y tirándoselas hacia atrás.

  Anudó una alrededor del cuello de Claudia, estrangulándola.

       —¡Retira lo que has dicho y pídeme perdón! ¡Pídeme perdón!
       —¡Jamás! —gritó la ogro, bajando la cabeza y haciendo que el león describiera un

  arco sobre ella y cayera de espaldas al suelo.

       Hathor se moría de la risa sentado sobre un costado de la fuente.

       —¿Qué pasa aquí?
       Claudia  se  puso  de  pie,  asustada,  al  ver  llegar  al  anciano  Rockengard,
   228   229   230   231   232   233   234   235   236   237   238