Page 239 - Luna de Plutón
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tintineaban, delatándolo. La luz tenue, rosada, tan suave y delicada, no provenía de
focos de energía, sino de minerales que estaban incrustados alrededor del camarote, el
cual estaba hecho enteramente de rocas subterráneas.
Mojo Bond se puso ambas manos en la cabeza, intentando tranquilizarse; aquel
pánico contenido que se agolpaba dentro de su corazón era anormal, incluso en él.
Los tobillos no le respondían. En el centro del cuarto, vio una silla alta y negra, y en
ella, estaba sentado Meinhardt Hallyfax, de espaldas, en una quietud tal que por
momentos, parecía el muñeco de su cuerpo, y no él. Sus hombros tan anchos, su
espalda arqueada y su cráneo y nuca blancuzcos, como hechos de cera, estaban
inmóviles. Tenía los brazos apoyados a los lados de la silla, sus dedos estaban
apoyados sobre soportes, como si fueran arañas durmiendo.
Al frente, en lo que parecía un delicado tocador de quirófano, reposaban
instrumentos afilados, y luego, sujeta en un delgado apoyo, estaba la cara del capitán
en cuestión, mirándolo fijamente. Las otras dos criaturas, que caminaban alrededor
del cuerpo sentado, se inclinaban, mojando algodones sobre frascos brillantes, con
líquidos transparentes, y aplicándolos delicadamente sobre su rostro real, mientras la
máscara humanoide colgaba del soporte. Atendiéndolo con parsimoniosa lentitud, e
ignorando al insignificante visitante que estaba parado ahí, haciendo ruido. Mojo
Bond escuchó unos pasos apresurados acercarse detrás de él, resonando en un coro de
ecos, alguien venía corriendo por el pasillo. Un oficial plutoniano se detuvo justo
antes del marco de la puerta, sin atreverse a pasar, colocándose en posición firme
antes de hablar.
—Capitán, los radares detectaron una nave espacial. La hemos identificado como
de la Hermandad Federal de Planetas Unidos.
Finalmente, la quietud sobrenatural se rompió, el brazo de Meinhardt Hallyfax se
levantó bruscamente, para darle un golpe a una claraboya y hacer que el pequeño
espejo redondo que estaba sostenido del borde se moviera perpendicularmente y
reflejara uno de sus ojos.
Mojo Bond apretó los dientes y los puños, con pánico contenido, al ver una
maldad abismal reflejada sobre el cristal. Era un ojo completamente negro, con una
pupila estrellada y púrpura, viva, latente, en el centro.
—¿A qué distancia se encuentra? —preguntó, con una voz regurgitarte, para nada
parecida a la que le habían diseñado electrónicamente junto con la máscara.
—Se hallarán en frente nuestro dentro de cinco minutos, señor.
Hallyfax levantó el brazo, haciendo una seña apresurada, que bastó para que sus
dos ayudantes se pusieran manos a la obra. Bond escuchó cómo los tentáculos que