Page 82 - Luna de Plutón
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—Pues aquí nos despedimos.
La ogro sostuvo sus manos tras la espalda. Hubo breves momentos de silencio.
—¿No quieres que la programe para que vayas a un lugar en especial? ¿Estás
seguro de que no tienes un hogar?
—Claudia, no tengo a donde ir…
—¿Quieres ir de vuelta a Plutón?
—No, definitivamente no.
—Entonces piensa en un lugar muy bonito. Tienes que irte ahora.
El león arrugó las comisuras de la boca y vio a su amiga a la cara, más por no
saber qué decir que por no decidir una ubicación.
—No quiero irme.
—Pero tienes que hacerlo, Knaach, porque tú también vas a morir si te quedas.
—¡Oye! ¿Por qué dices «también»?
¡Tú dijiste que ibas a abordar una nave de escape! ¿Por qué te estás dando por
muerta?
—Dije que Kannongorff iba a abordar una nave de escape, pero él era un
profesional, yo no.
—¡Pero tú dijiste que Ogroroland no cree en kamikazes!
Claudia sonrió, y se puso en cuclillas, para colocar una mano sobre la cabeza de
Knaach.
—Es lo que tengo que hacer —dijo—. Es la esperanza para traer felicidad otra vez
a Iapetus, Knaach.
—¡Tu padre no te ha pedido que hagas esto!
—No lo hago porque alguien me lo haya pedido, sino porque debo hacerlo.
—Eso es lo que tú crees, y es una inmadurez, una idiotez.
La ogro se quedó tres segundos en silencio.
—Puede ser —repuso—. Pero es una oportunidad única.
Viéndola ahí, con su falda verde, su cara noble, y las trenzas de su cabello, Knaach
sintió ganas de llorar.
—Yo te ayudaré entonces —gruñó de mal humor.
—Tú mismo lo dijiste allá abajo, en la Estación Espacial, no tienes que
involucrarte en esto, y tampoco debes hacerlo. ¿Para qué vamos a morirnos los dos,
Knaach? Vete ya.
—¡No tengo dónde ir!
—Pero puedes conseguir un nuevo hogar y seguir tu vida ahí.
—Una vida casi infinita, atrapado en un lugar que posiblemente no quiera estar.