Page 85 - Luna de Plutón
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estaban en medio del camino. No eran exactamente torres, pero por el tamaño, era la
forma más ideal de describirlo: parecían postes enormes, gruesos, que empezaron a
moverse, y a despegarse unos de otros, para levantarse lentamente hacia el cielo. Poco
a poco, ahí de pie, Claudia empezó a comprender un montón de cosas:
Aquello de madera sobre lo que había estado corriendo, no era el suelo, era una
mesa gigante.
Esas inmensas cosas apiladas no eran ni torres ni postes, sino dedos. Y esa pared
negra que ella había creído que era el fondo, no lo era realmente, aquello era un
descomunal traje esmoquin, que además llevaba una gran corbata anudada al cuello.
La ogro vio hacia arriba, lentamente, como si estuviera parada al pie de una montaña,
intentando, inútilmente, de contemplarla en su totalidad. Una titánica cabeza apareció
en el cielo. Era redonda, no tenía facciones ni arrugas de ningún tipo, no había
suficiente luz para verla por completo. Sin embargo, algo sí era seguro: tenía ojos,
muchos ojos enormes, por lo menos veinte, que se estaban abriendo lentamente. El
emperador Gargajo observó a Claudia.