Page 169 - El cazador de sueños
P. 169
6
—¡Jonesyyy! —se desgañitó Beaver—. ¡Jonesyyy!
Esta vez hubo respuesta; apenas se oía, pero era inconfundible. El cobertizo de la
motonieve formaba una especie de altillo a ras de suelo, y entre su contenido figuraba
una bocina vieja de perilla, de las que montaban los repartidores de los años veinte o
treinta en el manillar de la bicicleta. Beaver la oyó: ¡Uuua! ¡Uuua! Seguro que a
Duddits el ruido le habría hecho llorar de risa. ¡Con su afición a los sonidos
escandalosos…!
La cortina azul de la ducha hizo un poco de ruido, poniéndole a Beav la carne de
gallina en los dos brazos. Estuvo a punto de saltar, pensando que era McCarthy, pero
se dio cuenta de que la había rozado él con el codo (¡qué estrechito se estaba!) y
recuperó su postura. Debajo, sin embargo, seguía sin moverse nada. Lo de dentro, o
se había ido o estaba muerto. Seguro.
Bueno, casi.
Beav retrasó la mano, toqueteó la palanca del váter y la soltó. Jonesy le había
dicho que no se levantara, y obedecería. Pero coño, ¿por qué tardaba tanto? Si no
encontraba la cinta, ¿por qué no volvía? No podían haber transcurrido menos de diez
minutos. Seguro, aunque parecer parecía una hora. ¡Joder! Y él sentado en el váter
con un muerto justo al lado, dentro de la bañera; un muerto con un culo que ni con
dinamita, tío. ¡Ganas de cagar! ¡Anda que no!
—Tío, al menos da otro bocinazo, ¿no? —musitó Beaver—. Que sepa que aún
estás.
Pero Jonesy no lo hizo.
www.lectulandia.com - Página 169