Page 413 - El cazador de sueños
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La mesa de póker se volcó ruidosamente y esparció su contenido por el suelo. El
           choque de los primeros reclusos con la alambrada hizo saltar la alarma de la cerca.
           Algunos quedaron fritos, y otros ensartados como peces en las enormes pelotas de

           púas. Al cabo de unos momentos, se sumó al rebuzno ululante de la alarma un ruido
           de  sirena,  la  alerta  del  cuartel  general  que  a  veces  recibía  el  nombre  de  Situación
           Triple  Seis,  el  fin  del  mundo.  En  las  garitas  fabricadas  con  lavabos  portátiles  de

           plástico  emergieron  varias  caras  aturdidas  de  sorpresa  y  miedo.  —¡Al  establo!  —
           exclamó alguien—. ¡Todos al establo! ¡Es una fuga!
               Los  centinelas  salieron  a  la  nieve  a  paso  ligero,  muchos  de  ellos  sin  botas,  y

           bordearon la cerca sin saber que había sufrido un cortocircuito debido al peso de más
           de ochenta cazadores de ciervos kamikazes, todos gritando AHORA a pleno pulmón,
           aunque estuvieran achicharrándose hasta morir.

               Nadie se fijó en que por detrás del establo salía un hombre solo (alto, flaco y con
           gafas anticuadas de montura de carey) y cruzaba en diagonal el manto de nieve del

           cercado. A pesar de que Henry no veía ni notaba que se fijara nadie en él, echó a
           correr.  La  luz  intensa  de  los  focos  le  hacía  sentirse  horriblemente  vulnerable,  y  la
           cacofonía de la sirena y la alarma de la cerca le hacían sucumbir al pánico, como si
           estuviera  medio  loco.  Era  la  misma  sensación  que  oír  llorar  a  Duddits  detrás  del

           garaje de Tracker Hermanos.



















































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