Page 145 - La iglesia
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El aparejador se la devolvió.
—¿Intentas evangelizarme, Félix?
El sacerdote se echó a reír.
—No es mi intención, Juan Antonio. A donde quiero llegar es que a veces
creemos en cosas sobrenaturales distintas a Dios: en fantasmas, en la mala
suerte, en maldiciones, en gente gafe…
—Lo cierto es que desde que empecé a trabajar en este proyecto han
pasado algunas cosas raras: Maite Damiano se tira por la ventana, Marisol se
comporta de forma extraña y el hijo de Jiménez sufre un accidente… Ya son
casualidades, ya —gruñó el arquitecto técnico.
Félix no quiso añadir a esa lista la plaga de animales muertos ni las
visiones de la cripta. Todavía no. Tal vez a su tiempo.
—Juan Antonio, no es mi intención asustarte, pero no traigas más a tu hija
aquí. Ni a ella ni a nadie de tu familia, al menos hasta que yo te diga que es
seguro hacerlo.
—Si no querías asustarme, Félix, has fracasado estrepitosamente.
—Yo también me he dado cuenta de que suceden cosas extrañas alrededor
de esta iglesia. Lo he hablado con Ernesto, pero él es demasiado racional para
tomárselo en serio —hizo una pausa—. Un sacerdote debe dar crédito tanto a
los milagros de Dios como a las maldades del diablo. Existe una vida
espiritual que el hombre no alcanza a entender del todo. Incluso nosotros, los
religiosos, caminamos entre sombras guiados por la luz de Dios, y esa no la
vemos con los ojos, sino con el alma. Esa luz se llama fe.
—¿Qué intentas decirme con todo esto, padre? —le interrumpió Juan
Antonio.
—Que estés alerta a las señales a tu alrededor. Si observas algo extraño,
algo que seas incapaz de explicarte, llámame y háblalo conmigo.
—Te refieres a mi hija, ¿verdad?
—No es solo por ella. —Félix abarcó la iglesia y sus alrededores con un
gesto—. Estoy convencido de que hay algo oscuro acechando ahí adentro,
algo impío que se adhiere a nuestra piel, nos roba la alegría y nos deprime.
Aún tengo que investigarlo a fondo, pero estoy dispuesto a llegar hasta el
final y acabar con lo que sea que es.
—No entiendo de estas cosas, pero si tuviera que sospechar de algo,
apostaría por la talla que tenéis ahí abajo. Es como un condensador de maldad
—la definió Juan Antonio.
—Toda infestación maligna tiene un foco, y la talla podría serlo. De todos
modos, es pronto para sacar conclusiones.
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