Page 166 - La iglesia
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—Sin verla, me decanto más hacia una influencia maléfica que hacia una
posesión diabólica. Hay algo que no te he contado. ¿Recuerdas cuando me
quedé encerrado en la cripta?
—Sí, claro que me acuerdo.
—Pues espero que no me tomes por loco después de oír esto…
Félix le narró las visiones que tuvo en la cripta con todo lujo de detalles.
Mientras hablaba, Juan Antonio trataba de componer en su mente las
imágenes que evocaban las palabras del joven cura: sacerdotes de otros
tiempos, un presunto poseído aprisionado al camastro por las correas de
cuero, los rezos infructuosos y la salvaje evisceración. La descripción de la
negrura del corazón recién arrancado le hizo inspirar más fuerte, como si la
náusea pretendiera sacarle el aire a empujones.
—Había alguien más en la cripta —prosiguió Félix—, un seglar. En
cuanto los sacerdotes depositaron el corazón dentro de la talla, este selló el
hueco con una pieza con la forma del pecho del cristo; luego repasó la unión
con pintura hasta dejarla perfectamente disimulada. —Se detuvo un momento
para dar al aparejador oportunidad de hacer algún comentario; este, absorto
con la historia, guardó silencio—. Juan Antonio, estoy seguro de que ese
hombre era Ignacio de Guzmán, el imaginero. Y esto solo fue la primera parte
de la visión…
—Continúa, por favor. Me tienes enganchado.
—El tiempo pareció correr, como si alguien pulsara el botón de avance de
un DVD. Yo seguía en la cripta, pero ahora estaba solo y la talla cubierta con
un lienzo. También había unos símbolos paganos dibujados en el suelo, frente
a ella. El caso es que esos signos desaparecieron como por arte de magia, y
entonces vi cómo la talla comenzaba a respirar debajo de la sábana que la
cubría. Y toda la cripta cambió, transformándose en un paisaje infernal.
—Joder, Félix, esto empieza a darme miedo…
—Escúchame, Juan Antonio: he encontrado documentos en el Archivo
Diocesano que reflejan los acontecimientos que tuvieron lugar en la primera
parte de mi visión.
El aparejador alzó las cejas al otro lado de la línea.
—¿Me estás diciendo que tus visiones sucedieron de verdad?
—Déjame que te cuente —le pidió el sacerdote—. En 1694, durante uno
de los primeros asedios del sultán Muley Ismail, un destacamento de soldados
de la guarnición de Ceuta se enfrentó contra las tropas musulmanas. Entre los
españoles iban cuatro frailes jorgianos. No creas que solo ejercían funciones
de capellanes de campo: eran guerreros tan eficaces o más que las tropas
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