Page 167 - La iglesia
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regulares. La mayor parte de las escaramuzas tuvieron lugar a las afueras de
la ciudad, a la espera de que la flota del califa lograra romper las defensas de
Ceuta. El asedio por mar no tuvo demasiado éxito: las murallas eran fuertes y
la artillería de la Plaza contundente. Mantuvieron este toma y daca durante
varios días, hasta que una niebla espesa como el humo de rastrojos —así la
describen en el documento— invadió la costa y cegó tanto a quienes
combatían por mar como a quienes lo hacían en las trincheras. Esa niebla, que
muchos tildaron de sobrenatural, fue aprovechada por los musulmanes para
atacar las posiciones cristianas. El tiroteo inicial dio paso a un encarnizado
combate cuerpo a cuerpo.
El cielo comenzó a oscurecerse, como si tratara de recrear la historia del
padre Félix. Desde la explanada del Hospital Universitario, a varios
kilómetros de distancia del centro de la ciudad, Juan Antonio pudo distinguir
cómo las nubes se cerraban sobre las colinas de Ceuta. Al otro lado del
teléfono, el sacerdote prosiguió con su narración.
—El documento menciona a Alí Ben Abdalláh, un hechicero
perteneciente a la Guardia Negra, la fuerza de élite de Muley Ahmed, como
líder del ataque que tuvo lugar ese día. Ben Abdalláh era conocido por usar
magia negra contra el enemigo. Ese día, su víctima fue el padre René
Delacourt. —Félix sujetó el teléfono entre la oreja y el hombro y desplegó el
primero de sus rollos de papel—. Aquí tengo el parte de guerra de un tal
Sigfrido Yáñez, capitán de la guarnición ceutí. Voy a ver si soy capaz de
interpretar su letra: «Desde las filas moras, el hechicero Alí Ben Abdalláh
señaló con el dedo a fray René Delacourt, que con gran bravura cargaba
contra él, espada en mano. Este cayó fulminado como si el Señor se hubiera
llevado su alma de repente. Todos diéronle por muerto, y la rabia al verle caer
nos hizo luchar con tal furia contra los moros que no pudieron más que
retroceder hasta batirse en retirada. Dejaron doscientas treinta bajas en el
campo de batalla frente a las veinte que sufrimos nosotros. Desaparecieron en
la niebla maldita junto con Alí Ben Abdalláh quien, según cuenta el sargento
Fabián Sagasta, voló por encima de los nogales hasta desaparecer de la
vista…».
—Esa huida a lo Superman sería retórica, ¿no? —intervino Juan Antonio.
—A estas alturas ya no sé qué creer —reconoció el padre Félix,
esbozando una sonrisa triste que Rodero no pudo ver.
—En eso tienes razón: todo esto es para volverse loco. Perdona, padre, te
he interrumpido.
El sacerdote siguió leyendo:
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