Page 206 - La iglesia
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servicio al prójimo, aunque este no era el caso de Ernesto. Tampoco quería
irse de mala manera, por la puerta de atrás. Lo del rabo entre las piernas era
más difícil de evitar. Ojalá pudiera recuperar sus clases de matemáticas en el
instituto y ser un profesor más, pero eso no lo tenía seguro. Más bien era un
sueño. De todos modos tenía un par de huevos, se arriesgaría. Prefería
regresar vencido a casa de sus padres y volver a echar currículos antes de
quedar mal con el estamento que había sido su vida casi por dos décadas.
Copió el texto y lo pegó en un correo electrónico dirigido a Víctor Rial, su
amigo del seminario y secretario del obispo de Cádiz.
Asunto: Importante.
Querido Víctor:
Lamento comunicarte que he decidido abandonar el sacerdocio por motivos
personales. Los acontecimientos de las últimas semanas me han dejado sin fuerzas, y
creo que mi fe no basta para seguir ocupándome de la Iglesia de San Jorge. Los
feligreses no se merecen tener un párroco que no es más que una mentira.
Te ruego comuniques mi decisión a monseñor Velázquez de Haro y me
conciertes una cita con él. Me gustaría explicarle personalmente los motivos de mi
renuncia y entregarle una carta formal en mano. Referente a la Iglesia de San Jorge,
sé que el obispado hará lo que vea conveniente, pero estoy seguro de que el padre
Félix Carranza Villar sería el mejor párroco que podría tener.
Así mismo, te ruego que no trates de convencerme para que dé marcha atrás en
mi decisión. En estos momentos, me harías más mal que bien.
Recibe un abrazo cordial,
Ernesto Larraz Hernández.
El puntero del ratón acarició varias veces el botón de ENVIAR. El dedo
índice parecía pesar una tonelada. Tras unos segundos de indecisión, la
flechita pinchó la cruz de GUARDAR Y CERRAR.
Sin fe. Sin valor. Con un televisor en el salón como única medicina. Un
placebo audiovisual de treinta y siete pulgadas.
El padre Ernesto puso un canal de documentales y se tumbó boca abajo en
el sofá. Deseó poder llamar a la muerte y que la muerte atendiera su llamada.
Se abandonó al desaliento. La depresión puede llegar a ser un estado cómodo,
y él quiso acomodarse en él.
Diez minutos después, el Dios del que renegaba fue piadoso y le obsequió
con un sueño profundo.
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