Page 216 - La iglesia
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Going nowhere
                           Their tears are filling up their glasses
                           No expression
                           No expression
                           Hide my head I wanna drown my sorrow
                           No tomorrow
                           No tomorrow

                    Con la música a toda potencia, ningún vecino oiría el alboroto. Lola se
               levantaba  del  suelo  solo  para  ser  pateada  de  nuevo  por  su  marido.  Manu

               perdió el combate a la primera bofetada, y esa bofetada bastó para paralizar
               de  terror  a  Silvia  y  a  Rosa.  Jaime  se  sentó  en  el  suelo,  protegido  por  su
               dinosaurio, sin entender nada y sin atreverse a llorar.
                    Manolo Perea sacó del bolsillo un rollo de cinta americana.

                    Tenía una misión que cumplir, y ni siquiera su familia se lo iba a impedir.
                    Todo  lo  que  iba  a  hacer,  era  por  su  bien.  Por  el  bien  de  toda  la
               Humanidad.









               Alrededor de las diez de la noche, un extraño fogonazo sorprendió a Saíd a

               través de la ventana de la cocina. Al principio lo achacó a una tormenta, pero
               el sonido del trueno nunca llegó. Otro destello blanco. Salió al patio y miró al
               cielo. Estaba cubierto por una capa oscura que impedía ver las estrellas, pero
               al fijarse mejor se dio cuenta de que no eran nubes normales. Más bien era

               una  especie  de  humareda  espesa,  como  la  que  se  forma  sobre  una  zona
               industrial a pleno rendimiento, pero carente de olor.
                    Saíd  agradeció  que  ni  su  esposa  ni  su  hijo  estuvieran  en  casa.  Se
               encontraban visitando a un familiar en Marruecos, a muchos kilómetros de

               allí, y no volverían hasta el día siguiente.
                    Salió  a  la  calle  y  otro  flash  de  luz  le  dio  la  bienvenida.  Procedía  del
               interior de la Iglesia de San Jorge. Esperó unos segundos más y distinguió
               otro,  y  otro  más.  Algo  en  su  interior  le  dijo  que  aquellas  luces  no  eran

               naturales.
                    Tenía un mal presentimiento.














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