Page 103 - Las ciudades de los muertos
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excavaciones con el dinero de Larrimer. ¿O acaso Monsieur le Directeur me había
           tomado el pelo?
               —Sí, señor Carter, los trabajos empezaron hace más de un mes y deben de estar

           casi terminados.
               Estaba ansioso por conseguir más información, pero Khalid intervino.
               —No, Su Excelencia, soy yo quien ha venido a investigar.

               El  caíd  sonrió  brevemente  ante  aquel  título  tan  halagador  y  también  porque
           acababan de confirmarse sus sospechas. Me observó con mirada inquisitiva. Era por
           eso por lo que Khalid y yo estábamos juntos.

               —Ya veo.
               —Hemos  oído  decir  que  están  profanando  nuestras  antiguas  tumbas  —Khalid
           esperaba que Solimán le confirmara esa afirmación, pero el hombre permaneció en

           silencio, saboreando el vino—. Habitan en nuestro antiguo monasterio de Atribis —
           insistió.

               —Eso es lo que usted ha oído —dijo el caíd con voz fría.
               —Sí, ¿es cierto?
               Tomó  otro  largo  sorbo  de  vino  hasta  vaciar  el  vaso.  Daba  por  finalizada  la
           conversación.

               —No sé dónde viven —nos observó alternativamente a los tres, desafiándonos a
           que cuestionásemos su evidente mentira—. Tal vez deberían preguntárselo ustedes

           mismos.
               Su rudeza nos había pillado por sorpresa y nadie sabía qué decir.
               Solimán se puso en pie y le estrechó la mano a Henry.
               —Ha sido un gran placer conocerle, señor Larrimer. Ni más ni menos que de los

           Larrimer de Pittsburgh. Estoy impresionado —incluso Henry se dio cuenta del tono
           de burla. El caíd se volvió con un ademán altivo y se precipitó hacia la cocina del

           restaurante.
               Observé cómo se alejaba confundido.
               —¿Por qué se ha metido en la cocina? ¿Suponéis que intentará envenenarnos?
               Khalid se arregló sus ropajes.

               —Es el propietario del restaurante.
               —¡Oh! Entonces es una suerte que ya hayamos comido.

               Henry tomó una última cucharada de la cazuela.
               —No sé por qué se ha disgustado tanto con nosotros.
               Le expliqué las normas que existían en cuanto a las excavaciones.

               —Si ha participado en una excavación ilegal, o incluso si simplemente está al
           corriente  de  una  y  no  lo  comunica  al  Servicio,  le  costará  la  posición  y  lo  más
           probable es que acabe entre rejas.

               Khalid asintió.




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