Page 110 - Las ciudades de los muertos
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demasiadas ganas de volver a ver al barón.
               —¿Mi tío? No, no está aquí.
               —¿No? Entonces… —estaba confundido.

               —¿Y a usted qué tal le ha ido, señor Carter?
               —Bien, pero… ¿dónde está tu tío?
               —Seguramente  el  barón  estará  ya  de  regreso  en  Berlín  —hablaba  sin  darle

           importancia.
               —¿P… pero…? —tartamudeé.
               —Se  llevó  a  Dukh  Abd-er-Rasul.  Aquella  noche,  en  Luxor,  lo  dejó  muy

           impresionado, y cuando se lo volvió a encontrar en El Cairo…, bueno, eso fue todo
           —explicó, paciente.
               —No lo comprendo. ¿Pretendes decirme que tu tío te dejó aquí plantada? Quiero

           decir que…
               Birgit  había  recuperado  por  fin  el  aliento.  Titubeó  un  instante  y,  luego,

           suavemente, añadió:
               —¿Quieres decir que todavía crees que era mi tío? —parecía perpleja.
               Me sentí imbécil, con ganas de esconderme debajo de una piedra. Ser tan ingenuo
           y confiado, y haberlo demostrado delante de una joven de diecisiete años… Intenté

           encontrar algo que decir, pero no se me ocurría nada.
               Henry, por su parte, parecía bastante divertido por nuestra conversación.

               —Ahora comprendo por qué Ahmed insistió tanto en saber si tenías noticias del
           barón.
               —Sí, claro, por supuesto —todavía me sentía avergonzado. Me volví hacia Birgit
           —. ¿Estás bien? Me refiero a si te dejó algún dinero.

               —No, él y Dukh…, simplemente se fueron a Alemania. Creo que tenían acordado
           encontrarse en El Cairo, pero fingieron que todo era una coincidencia. Me imagino

           que no querían herir mis sentimientos, o tal vez les gustaba simplemente tramar esa
           conspiración. No lo sé. El caso es que se marcharon.
               Henry parecía más divertido que escandalizado.
               —¿Así que te abandonaron en El Cairo?

               —No estaba tan mal. Dejaron mi cuenta del hotel pagada por una semana más y
           tenía mi ropa y demás —observó la ropa negra de hombre que llevaba puesta y se

           echó a reír—. No me juzguéis por cómo me veis ahora. Mis cosas la mandé a Wädi
           Nätrun y el padre Rheinholdt me prestó éstas.
               Observé,  a  través  de  las  ruinas,  al  hombre  que  todavía  estaba  hablando  con

           Khalid, gesticulando y discutiendo.
               —¿Es aquél el padre Rheinholdt?
               Henry insistió para que continuara con su historia.

               —¿Y qué comías?




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