Page 123 - Las ciudades de los muertos
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una antigua tela coloreada, o alguna otra cosa sin sentido e igualmente errónea, pero
estaba equivocado.
—Tengo en mi poder uno de los animales, herr Carter.
—¿Cómo? —tenía que volver a oírlo.
—Tengo uno de ellos. Un águila o un halcón, toscamente moldeados, de unos
doce centímetros de longitud, de arcilla. Vuela y come, y lo tengo guardado en una
jaula.
Estaba muy emocionado y, por un momento, tuve la tentación de creerlo, pero
pronto recobré el sentido común.
—Un águila de arcilla a la que Cristo otorgó la vida.
—Sí, exactamente.
—Pero… tendría más de mil novecientos años.
—Lo que Dios crea, permanece inalterable —exclamó suavemente, convencido
de su verdad.
—Y estará usted dispuesto a que la examine, ¿verdad?
—Por supuesto —me observó de reojo. Creo que en verdad se creía todas
aquellas cosas. Tenía que conseguir apartar a Birgit de él—. La tengo en una jaula.
Era una pérdida de tiempo añadir nada más. Lo observé fijamente. Una gota de
sangre había calado su vendaje en la frente.
—Un pájaro enjaulado. Picotea los barrotes con bastante ferocidad.
—Sí, claro —nunca me había sentido tan incómodo delante de otra persona y no
tenía ni idea de cómo tratarlo. Intenté continuar con la conversación—. ¿Dónde lo
encontró?
—En la pirámide —habló en tono indiferente—. Sobrevolaba la cara norte y creo
que quería introducirse dentro.
Alguien llamó suavemente a la puerta y, al instante, entró Henry, seguido de
Birgit. Nunca pensé que me alegraría tanto de verlos. Detrás de ellos, entraron cuatro
monjas con una camilla. Reconocí a una de ellas.
—Hermana Marcelina.
Me observó inquisitivamente.
—¿Nos conocemos?
—Sí, nos encontramos una mañana, en el Valle de los Reyes —me observó,
incrédula—. Estaba usted persiguiendo a un escarabajo y tenía un viejo papiro
mágico, un hechizo de amor. Se le cayó cuando se marchaba. ¿No se acuerda?
—Me temo que no. Debe de estar equivocado —me observó con odio, con ojos
de profundo desprecio, y luego desvió la vista hacia Rheinholdt, que la observaba con
una expresión parecida en el rostro.
Esbocé una amplia sonrisa.
—Yo en cambio lo recuerdo con toda claridad.
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