Page 124 - Las ciudades de los muertos
P. 124
Se volvió de espaldas para ayudar a Rheinholdt a echarse en la camilla.
En su rostro había una expresión bastante autoritaria mientras lo levantaban y lo
llevaban hacia la puerta.
—Ven con nosotros, Birgit. Tengo unas notas para dictarte.
—Sí, señor, iré enseguida, pero antes me gustaría despedirme de mis amigos.
—Date prisa, te necesito —salieron los cinco a toda prisa.
Birgit estrechó la mano de Henry y luego la mía.
—Hank me ha dicho que ambos acamparéis en Atribis durante los próximos días.
—Sí, tenemos que inspeccionar los daños. Hay mucho trabajo que hacer.
—Bien, entonces nos veremos mañana —nos dijo adiós con la mano mientras se
apresuraba a unirse a sus compañeros.
Henry se sentó en la cama, fatigado.
—Vendrá con nosotros. Simplemente necesita algo de tiempo para encontrar el
momento adecuado y decírselo a Rheinholdt.
—Me alegro de oír eso. Me temo que el padre Rheinholdt no está bien de la
cabeza —le relaté mi conversación con el sacerdote—. Es evidente que destruyó toda
la pirámide convencido de que iba a encontrar a esos animales en su interior.
Henry consideró mis palabras.
—¿Crees de verdad que pueda tener uno de ellos?
—No seas ridículo.
—¿Te tomas más en serio la magia egipcia que la cristiana?
—Henry —intenté que mi voz sonara reprobadora.
—No, lo que quiero decir es que si hay criaturas mágicas por aquí, ¿cómo
podemos estar seguros de que fue Cristo quien las creó?
Henry puede llegar a ser tan desesperante como un musulmán. Me pregunté hasta
qué punto creía en lo que estaba diciendo.
—Así que…
—Así que un tesoro arqueológico, admito que de segundo orden, aunque nunca
podrá ser reconstruido, ha sido sacrificado por la obsesión religiosa de un hombre.
Necesito dormir.
Atribis, la ciudad de la pirámide.
Ambos dormimos hasta tarde a la mañana siguiente, hasta mucho más tarde de lo
que nos hubiera gustado. Habíamos pedido a la dueña que nos despertara a las ocho
en punto, pero por razones desconocidas nos dejó dormir. Mektoub. Era casi mediodía
cuando nos levantamos, y poco antes de las cuatro cuando acabamos de recoger
nuestras cosas. Nos ayudaron un par de muchachos de Benhà, aunque luego resultó
que pedían unos honorarios exorbitados. Henry, que se estaba convirtiendo en un
experto en estas cosas, les dio una décima parte de lo que habían pedido y los mandó
www.lectulandia.com - Página 124