Page 125 - Las ciudades de los muertos
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de regreso, satisfechos con su propina.
El americano permaneció inmóvil observando nuestra tienda.
—Es una lástima que no haya tumbas excavadas en la roca por estas latitudes.
Nunca he sido un experto en montar cosas de éstas.
—Hay una pequeña capilla de piedra allí —señalé el extremo más alejado de la
explanada—. Tal vez podríamos utilizarla, si no se ha hundido el techo. ¿Por qué no
le echamos una ojeada?
La capilla está dedicada a Khonsu, el dios de la luna. Henry resiguió con un dedo
el perfil del dios en la roca.
—¿Crees que le importará que nos instalamos aquí?
—No demasiado. Le prestaremos más atención que la que le han prestado en dos
mil años.
—No estoy seguro. Parece un lugar ideal para los amantes.
Nos introdujimos en una estancia que medía unos treinta metros de ancho por
cuarenta de largo y, a diferencia de muchas tumbas y sepulcros, el aire era fresco y
estaba bien ventilada. Había bajorrelieves del dios en las paredes, representado en sus
distintas apariencias, aunque no eran muy buenos. Había sitio suficiente para el
equipo y las provisiones, así que instalemos todas nuestras cosas y empezamos un
estudio preliminar de las ruinas.
Henry era novato en el campo de la arqueología.
—¿Qué es lo que tengo que buscar?
—Por ahora, es difícil de decir. Todo lo que parezca interesante o prometedor.
—¿Cómo es posible que un montón de escombros parezca más interesante que
otro?
—Sé que suena ambiguo, Henry, pero no tenemos que ser tan minuciosos. De eso
ya se encargará el equipo que envíe Maspero, aunque nosotros no debemos pasar por
alto las cosas que realmente sean importantes: estatuas, restos de cerámica, amuletos,
todo lo que lleve inscripciones… Intenta imaginarte el aspecto de todo esto antes de
que derrumbaran la pirámide. Mira allí —señalé un montón de piedras que habían
pertenecido al monumento—. Es evidente que ésas estaban puestas justo ahí y parece
que hay algo debajo de ellas.
Apartamos las piedras, una por una.
—Obsérvalas con cuidado, trata de que no se te pase ninguna inscripción, sobre
todo cartuchos y serekhs.
Al final del montón, había una piedra enorme, de casi cuarenta centímetros de
alto, y en el centro, muy erosionadas, descubrimos dos pequeñas protuberancias. Las
examiné atentamente, pero no descubrí inscripción alguna.
—Ayúdame a darle la vuelta. No creo que haya nada por el otro lado, pero vale la
pena mirar.
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