Page 130 - Las ciudades de los muertos
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—Bueno, hay tres sacerdotes que parece que están allí en permanencia y media
           docena más que van de acá para allá. Las monjas… En realidad, no sé cuántas hay en
           total, porque también viajan continuamente por todo el país, según creo.

               —¿El padre Rheinholdt es el que manda?
               Aquella  especie  de  interrogatorio  acabó  por  levantar  sus  sospechas.  Birgit  nos
           observó alternativamente.

               —Sí. ¿Por qué? ¿Ocurre algo?
               —No, en absoluto. Sólo que todo me parece tan misterioso… Es difícil no sentir
           curiosidad por ellos.

               Henry tomó las riendas de la conversación.
               —Hoy encontramos algo que Howard considera que tal vez pueda ser un gran
           hallazgo.

               —Tal vez —subrayé.
               —¿Quieres verlo?

               —Me encantaría —había vuelto a recuperar la sonrisa.
               Henry sacó los fragmentos de la capilla y los desenvolvió mientras explicaba a
           Birgit,  para  gran  alegría  mía  con  términos  muy  calificados,  lo  que  yo  creía  que
           podrían indicar. La muchacha apoyó una rodilla en el suelo y presionó con la mano la

           roca negra, al tiempo que con la otra trazaba el contorno del serekh. Aquel gesto, tan
           parecido al que hacía Henry cuando se encontraba ante alguna piedra antigua, me

           dejó sorprendido.
               Birgit volvió a presionar la mano en el hueco del hombro.
               —Son muy hermosos, Hank. ¿Crees que podréis encontrar el resto?
               Henry se limitó a observarme, sin responder.

               —Buscamos  a  fondo  durante  todo  el  día,  así  que,  si  existen  más  fragmentos,
           deben de estar muy esparcidos y podrían encontrarse en cualquier parte, incluso en el

           Nilo.
               Birgit bajó la vista.
               —Me gustaría ayudaros en vuestra búsqueda. Me gustaría encontrar…, recuperar
           algo hermoso del antiguo mundo —alzó la vista hacia mí—. Dejaré el monasterio en

           un par de días.
               —Todavía estaremos aquí.

               Henry parecía estar contagiándose del entusiasmo de Birgit.
               —¿Quieres ver el lugar donde encontramos los fragmentos? Está allí arriba, cerca
           del lugar que ocupaba la pirámide.

               —Sí, me encantaría —se puso en pie y se sacudió el polvo de los pantalones.
               —¿Vienes, Howard?
               —No, prefiero quedarme. Ha sido un día muy fatigoso y me parece que me iré a

           dormir. Buenas noches a los dos.




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