Page 135 - Las ciudades de los muertos
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—¿Y hasta esta noche no había vislumbrado los restos de magia que todavía
existen aquí, ocultos en los rincones y las sombras? —volvió a sonreír.
Y, como siempre, aquella sonrisa llegó a desarmarme.
—Sí, por supuesto que sí. ¿Por qué crees que todavía estoy aquí? —hablaba en
voz baja.
—Claro que sí. Yo he estado solo unos meses y ya he comprendido que Egipto es
un lugar muy especial.
El barón Lees-Gottorp había sido un estúpido al abandonar a aquella muchacha.
—Pero Henry está… ¿No lo comprendes? Está intentando convertir a Egipto en
algo que no es, en lo que él quiere que sea. Vino aquí en busca de magia.
—Y tú viniste esperando negar esa magia. ¿Cuál de las dos imágenes se ajusta
más a lo que es Egipto en realidad?
Había dejado que aquello llegara demasiado lejos.
—¿Fantasmas, Birgit? ¿Voces de los muertos? ¿Contactos con el mundo de los
espíritus? Este tipo de tonterías se hablan en las reuniones de doncellas, pero no aquí.
—Henry está intentando encontrar lo que existe aquí, Howard, y ya ha encontrado
parte de ello. No puedes negarlo —era la primera vez que usaba mi nombre de pila.
En el exterior, el animal soltó un chillido—. Quiero decir que, tal como tú lo cuentas,
parece que vaya por ahí con tablas de espiritismo y cartas del tarot. Creo que en
realidad te da miedo admitir que pueda tener razón en algo y por eso lo tratas como si
fuera un niño.
Se me estaba durmiendo el brazo, así que me incorporé. Por un instante me
pareció que Henry se había levantado y que oía sus pasos; escuché, pero todo estaba
en calma.
—¿Cuánto hachís ha fumado esta noche?
Birgit se sentó a mi lado. El resplandor del fuego que se extinguía dibujaba sus
facciones.
—No tanto como yo. Esa no es la cuestión.
—Sí que lo es. Si, tal como tú dices, existe magia en la sombra, el modo de
encontrarla es utilizando la ciencia; con método, razonamiento y trabajo duro. Los
sueños provocados por alucinógenos no sirven de mucho.
Recostó la espalda en la pared. La piedra debía de estar fría, porque volvió a
echarse hacia adelante con rapidez.
—Esta noche nos fue de gran ayuda. No quieres creer en lo que está ahí afuera,
¿verdad?
Me hacía sentir viejo e irritable.
—Acepto Egipto como es, pero Henry está intentando utilizarlo. Esa es la
diferencia entre nosotros, una diferencia importante —aparté la vista de ella—. No,
no quiero creerlo. Por la mañana habrá desaparecido, y no será más que un sueño.
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