Page 144 - Las ciudades de los muertos
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encontrar un modo de salir de Benhà sin que se dieran cuenta. Creo que el tiempo de
convalecencia que Henry pasó solo en la pensión le provocó una gran ansiedad. Es un
hombre alegre, que gusta de tener compañía y que en cierto modo la necesita, pero
creo también que existía algún otro motivo. La otra noche, después de encontrar a
Akim-es-Sihri y tras llegar a un acuerdo con él, al volver al hostal lo encontré
escribiendo una larga carta. No le había visto nunca escribir una sola palabra, salvo
las pequeñas notas que hacía de las tumbas o cosas por el estilo.
—¿Una carta para tu padre?
—Sí, no ha tenido noticias mías desde hace meses.
—Creo que nunca te he oído contar cosas de él.
Se quedó mirando la hoja de papel.
—Supongo que somos una familia un tanto extraña.
Dejé de secarme el pelo y desvié la vista hacia él.
—Todas las familias son extrañas, de un modo u otro.
Se me quedó mirando.
—¿Lo era también la tuya?
Me molestó aquella pregunta, aunque en realidad había sido yo quien le había
dado pie a hacérmela; no obstante, decidí zanjar la cuestión.
—Ahora vivo en Egipto, no en Gran Bretaña.
Temía que insistiera sobre el asunto, pero, por una vez, olvidó el tema.
—He encontrado un transporte para dirigirnos hacia el oeste. Partiremos en
cuanto cese la lluvia.
—Si cesa algún día. ¿Por qué no podemos simplemente ir a coger el tren?
—Bueno, en primer lugar, no hay línea directa entre Benhà y Wädi Nätrun, así
que tendríamos que ir primero a El Cairo o Alejandría y luego continuar el viaje; y en
segundo lugar, creo que debemos evitar, en la medida de lo posible, que el caíd se
entere de nuestra partida. Como medida de precaución simplemente.
»Akim es-Sihri nos conducirá a el-Qatta, una población situada sobre la línea
férrea occidental. Desde allí, podremos coger el tren hacia el norte, hasta Khatatba.
La compañía de Sosa y Sal Egipcia posee un pequeño ferrocarril de vía estrecha que
va de Khatatba hasta Wädi. Podrás descansar el tobillo durante la mayor parte del
viaje.
Se pasó la mano por la hinchazón e hizo una mueca de dolor.
—Perfecto.
A primeras horas de la mañana cesó la lluvia. El sonido había sido constante
durante tantas horas que al desaparecer me desperté. Encendí una cerilla y observé el
reloj. Las tres de la madrugada. Me puse ropa seca y empaqueté mis cosas
rápidamente. Hank todavía dormía, y roncaba suavemente. Pronto podría dejar de
tomar morfina. Esperaba que no se hubiera acostumbrado demasiado a ella. Salí del
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