Page 150 - Las ciudades de los muertos
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»No podía hacer otra cosa más que emprender el camino de vuelta. La cuerda
ahora estaría mojada, y sería difícil subir, pero no me quedaba otra alternativa. Me
detuve a la entrada de la cámara y volví a observarla por encima del hombro. No, no
podía dejar que el agua la estropease. Era demasiado hermosa, la momia más
hermosa que había visto nunca. Tenía que llevármela conmigo.
»La lluvia seguía cayendo con fuerza por el pozo, pero al poco rato descubrí que
era algo más que lluvia. La entrada estaba en un lugar poco elevado y el agua de todo
el cementerio se estaba deslizando por ella. No sabía cuántas cámaras funerarias
debía de haber más allá de esta primera, pero estaba seguro de que todas se estaban
inundando. En aquel momento, el agua me cubría ya los tobillos.
»Fuera lo que fuese lo que decidiese hacer, tenía que actuar con rapidez. Desgarré
una larga tira de tela de mi túnica, levanté la momia de la caja y, tras atármela a la
cintura, me dirigí a la entrada del pozo. El brazo antorcha chisporroteó y acabó por
apagarse. El pozo era negro como boca de lobo. Avancé a tientas hasta encontrar el
extremo de la cuerda, me sujeté con fuerza con ambas manos y empecé a subir.
»El agua me golpeaba el cuerpo en su loca carrera hacia el fondo. Yo me agarraba
con fuerza a los nudos de la cuerda con las manos y los pies y ascendía lentamente.
De vez en cuando, nuevos rayos cruzaban el cielo y me permitían ver el trecho que
todavía me separaba de la superficie. Avanzaba despacio, Carter bajá, por el terror
que sentía y porque iba contra corriente de todo aquel agua que caía, sin contar con el
peso de la momia.
»Cuando estaba a pocos metros de la superficie, empecé a sentir que la momia se
movía. Podía sentirla. Su brazo derecho, que había permanecido junto a su cuerpo,
empezó a moverse en dirección al mío. Un escalofrío me recorrió la espalda y tuve
deseos de gritar. Me agarré todavía con más fuerza a la cuerda mientras sentía cómo
su brazo me subía lentamente por el costado. Pensé que iba en busca de mi garganta.
Luego, el brazo quedó totalmente extendido, al lado de mi cabeza, con los dedos
separados. Había dejado de moverse.
»No podía resistir la tensión. Tenía que mirar. Volví lentamente la cabeza para
observarla, para ver en qué condiciones estaba. Mientras giraba la cabeza hacia la
derecha, volví a sentir una presión de su brazo. Respiré hondo y algunas gotas de
agua se introdujeron en mi nariz y empecé a toser. De pronto, la vi; la mandíbula
totalmente abierta y las órbitas vacías mirándome directamente a la cara. Apenas nos
separaban unos centímetros. Me quedé mirando aquella cara de la muerte, con deseos
de gritar y llorar, yo no tenía más que trece años. Una nueva sucesión de rayos
desgarró el cielo y fueron a caer en algún lugar cercano al pozo. Con aquella luz,
pude ver todos los detalles de aquel rostro. Incluso el interior del cráneo parecía
iluminado. Sentí que su brazo izquierdo empezaba también a moverse y a subir por
mi cuerpo. Entonces, mis fuerzas me abandonaron y ambos caímos al fondo del pozo,
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