Page 151 - Las ciudades de los muertos
P. 151
cubierto ya por dos palmos de agua.
»Afortunadamente, yo caí encima de ella, porque si no estoy seguro de que me
habría matado, pero las vendas de su cuerpo, húmedas por el agua, empezaron a
enredarse con mi cuerpo como las patas de una araña. No podía soportarlo más.
Empecé a gritar como un loco mientras intentaba desembarazarme de aquellas
vendas. Me costó horrores, el polvo de miles de años que se había acumulado en ellas
las había convertido en algo parecido a una pasta al contacto con el agua. Tiré con
todas mis fuerzas y, al final, conseguí liberarme.
»El agua me llegaba ahora a la cintura, pero resbalé varias veces antes de poder
alcanzar de nuevo la cuerda. A partir de este momento, apenas recuerdo nada más,
hasta que me desperté en mi casa. No podía contarle nada de lo ocurrido a mi madre,
porque sabía que me ganaría un buen castigo por desobedecerla, y con una sola
tormenta había tenido bastante aquel día.
Se quedó en silencio, con la vista fija en los burros, sin atreverse a mirarme. Me
daba la impresión de que se sentía avergonzado por haberme contado todo aquello. Si
era verdad, Akim era un narrador nato, debía de haber sido horrible para él. Horrible,
sí, aunque dudo que hubiese nada de sobrenatural en aquel asunto. El agua golpeando
el rostro de la momia, su carne maltratada…, todo aquello había podido provocar
contracciones, movimientos, sensación de vida. Ya había oído contar historias
parecidas en boca de otras gentes.
Pero ¿sería cierta su historia? Akim podía muy bien tener un modo muy peculiar
de disfrutar inventando historias, y si yo caía en la trampa, la diversión sería a costa
mía. Así que decidí actuar con precaución, evitando comprometerme.
—¿Dijo usted que su hermano Ahmed desapareció?
—En la misma tumba, Carter bajá, a pesar de que yo le advertí. Le conté lo que
me había ocurrido y debió de creerme porque a partir de aquel día evité volver a
entrar en ninguna otra tumba, pero Ahmed tenía un espíritu curioso y quería
comprobarlo por sí mismo. Cogió una cuerda, varios meses después, la ató a una roca
enorme y descendió por el pozo. Vi cómo bajaba y, ante mis súplicas de que no lo
hiciera, se limitó a reír y a llamarme cobarde. Pero nunca volvió a salir de allí. Esperé
durante horas, llamándolo sin cesar, pero no obtuve respuesta. A final, fui a buscar a
mi padre y él accedió a descender a la tumba. «Espera aquí», me dijo, y, al cabo de
una hora, volvió a salir, sin haber descubierto ni rastro de Ahmed. Me aseguró que
había registrado todas las cámaras, pero que en ninguna de ellas pudo encontrar a mi
hermano.
—¿Así que no volvieron a verlo? —no acababa de creérmelo.
—Nunca más.
—Tal vez encontró un túnel excavado por algún antiguo ladrón de tumbas.
—Carter bajá, no volvimos a verlo jamás. Mi padre me pegó cuando le conté la
www.lectulandia.com - Página 151