Page 156 - Las ciudades de los muertos
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Pero yo no podía apartar la vista de los renacuajos, que nadaban a sus anchas en
aquel pequeño universo. ¿Qué palabra había utilizado Hank para describir la lluvia?
Bíblica. Eché a correr para alcanzarlo.
No fue difícil encontrar la compañía de sosa, ya que un amplio cartel en letras
rojas y blancas cubría el edificio. Parecía la única nota de color en todo aquel paisaje
gris y oscuro. Por detrás del edificio, transcurría la línea férrea de vía estrecha que
comunicaba con Wädi Nätrun. Todavía no habíamos visto a un solo adulto.
Llamamos a la puerta, pero, como estaba entreabierta, entramos.
La estancia estaba repleta de lámparas de aceite que brillaban con gran intensidad.
Las había a docenas, tantas que la luz nos deslumbraba. Amontonados en el suelo
vimos sacos de sal, de sosa, de sal amoniacada y otros productos químicos. Nos
abrimos paso entre ellos.
—¡Hola! ¿Hay alguien aquí?
En el otro extremo de la habitación encontramos un escritorio, en el que brillaban
otras siete lámparas y, recostado sobre él, descubrimos a un hombre de cabellos
grises, aparentemente dormido. A su lado, sobre una silla, había una botella de vodka
medio vacía.
—Perdone.
Soltó un fuerte ronquido.
—Perdone… —repetí en un tono de voz más elevado.
Pero el hombre volvió a roncar mientras movía la cabeza de izquierda a derecha.
Estaba a punto de despertarlo cuando Hank me detuvo.
—Deberíamos dejarlo dormir.
—Tonterías —lo sacudí por el hombro.
El hombre alzó la vista, atontado, pero volvió a dejar caer la cabeza. Lo zarandeé
de nuevo con más fuerza y, tras alzar la cabeza, la apoyó entre las manos.
—¿Quiénes son ustedes? —Hablaba con marcado acento ruso.
Nos presentamos.
—¿Es usted el representante de la compañía de Sosa y Sal?
—Yevgeny Zhitomiri, para servirlo —soltó un eructo e hizo un ademán para
levantarse, aunque mejor que no lo hubiera hecho porque volvió a caer pesadamente
en la silla—. ¿El señor Carter, del Servicio de Antigüedades? —su voz era profunda y
agradable, que en nada se parecía a la de un borracho, y tenía un marcado acento de
su tierra materna.
—Antes sí.
—¿Antes? —intentaba enfocar la vista en vano, estaba completamente ebrio.
Hank echó un vistazo a su alrededor.
—¿Necesitan en verdad todas esas lámparas? Iluminan más que la propia luz del
sol.
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