Page 165 - Las ciudades de los muertos
P. 165
—Sí. ¿Podemos confiar en este mapa?
—Por supuesto. Nuestros propios equipos lo prepararon.
—Entonces, será mejor que nos marchemos —nos estrechamos las manos.
—Recen por el zar, por favor.
Detrás de mí, Hank le respondió:
—Por favor, rece por nosotros.
Me sentí un poco incómodo ante aquel comentario.
Antes de partir, nos detuvimos en el manantial para llenar las cantimploras.
Luego, espoleamos a los burros hasta que cogieron un trote ligero, y nos adentramos
en el gran desierto occidental.
Durante largo rato, avanzamos en silencio. Los cascos de los burros parecían
crujir en contacto con la arena. Había una ligera brisa, que apenas nos refrescaba;
todo lo demás permanecía en silencio. Intenté no pensar en nada y menos aún en lo
que Hank pudiera estar pensando.
Pasó casi una hora antes de que rompiéramos el silencio. Hank acercó su burro al
mío.
—¿Cómo nos orientamos? Me refiero a que no hay señales, al menos ninguna
señal que el viento no pueda cambiar de sitio —observó la gran extensión árida que
había a nuestro alrededor. El desierto estaba empezando a agobiarlo.
—Hay oasis cada quince o veinte kilómetros. Salen en el mapa, así que, si nos
guiamos por la brújula, no hay pérdida posible.
—¿Qué extensión tiene Wädi Nätrun?
—Cerca de doscientos cincuenta kilómetros.
—¿Y el monasterio…?
—Está en el extremo más alejado. Tardaremos unos tres días en llegar.
Hank clavó la vista en la arena y soltó un suspiro.
—Tres días, y el sacerdote nos lleva una semana de ventaja. ¿No podemos ir más
deprisa?
—¿Con este sol? Los animales morirían extenuados.
—Siempre podríamos reanimarlos —se echó a reír, pero su risa era fingida.
Luego volvió a quedarse en silencio.
Al atardecer, llegamos a un diminuto oasis. Había suficiente hierba y maleza para
los burros y Hank encontró más dátiles para nosotros. Luego, se desnudó y se
zambulló en el agua, mientras yo iba en busca de los burros para atarlos; no quería
que se alejaran durante la noche, aunque lo dudaba.
Esta noche el cielo está muy oscuro y las estrellas parecen brillar con más
intensidad. La luz de la luna ilumina el horizonte, hacia el oeste. Tumbados cerca del
agua, aguardamos la llegada del sueño.
—¿Crees que hacen el amor?
www.lectulandia.com - Página 165