Page 170 - Las ciudades de los muertos
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—No tenemos necesidad alguna de riquezas materiales.
La incongruencia de su presencia en ese lugar me hizo finalmente abrir los ojos;
al menos, algunas cosas empezaban a tener sentido.
—No —intervine—. Supongo que no. El mercado negro de momias es un
negocio muy lucrativo.
Clavó sus fríos ojos en mí. Aquello no nos conducía a ninguna parte.
—Vuélvase a Luxor, Carter.
—Me gustaría hablar con el padre Rheinholdt.
—El padre Rheinholdt no puede recibirlos en este momento.
—Entonces, esperaremos.
—Enfréntese a los hechos, Carter, a la situación.
—Empezaremos nuestra sesión fotográfica mañana, por los muros exteriores, lo
cual nos mantendrá ocupados hasta que el padre Rheinholdt pueda recibirnos —
sonreí—. ¿De acuerdo, señor Larrimer?
Hank me devolvió una agradecida sonrisa.
—Con su presencia aquí no conseguirá nada bueno —la voz de Ahmed sonó
brusca—. Descansen, ustedes y sus burros, y luego márchense.
Hank se había estado conteniendo demasiado rato.
—¿Está fraülein Schmenkling aquí?
Ahmed lo observó con semblante inexpresivo.
—¿Quién?
—Birgit Schmenkling.
—Las únicas mujeres que hay aquí son monjas.
—¿Y si no lo creemos?
Ahmed estaba sorprendido por aquella insolencia.
—La duda es un instrumento de la fe, señor Larrimer. Ahora, si me disculpan…
No tenía sentido continuar presionándolo por más tiempo. No había nada más que
decir.
Ahmed se puso en pie para marcharse.
—Tengan cuidando durante el viaje. Ya saben cuán traidor puede ser el desierto.
Al poco rato, estaba de regreso en el monasterio y las puertas se cerraron
pesadamente.
Hank me observaba enojado.
—¿Qué está haciendo aquí? ¿Por qué no me dijiste que estaba mezclado en todo
esto?
—Porque de regreso a El Cairo, Henry, ni siquiera sabía lo que era «esto» —
repliqué, paciente—. Lo buscaba por otro motivo. —Con gran paciencia, le conté a
Henry desde el principio el asunto de las momias deformadas, lo que no sabíamos
sobre ellas y la preocupación de Maspero, así como la participación de Ahmed en
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