Page 175 - Las ciudades de los muertos
P. 175
—Gracias por dejarnos entrar.
—Por aquí, por favor.
Echó a andar por un corredor y nosotros lo seguimos. Se abrían pasillos por todas
partes, era un verdadero laberinto, y aunque había velas en todos ellos, apenas
alumbraban. Las paredes eran toscas, de piedra vista, con unos arcos mal acabados.
Los antiguos monjes habrían trabajado duro para levantar ese edificio.
Ahmed nos condujo a una pequeña y oscura habitación en la que había un
escritorio, con una silla detrás y dos delante.
—Siéntense aquí, por favor. El padre Rheinholdt vendrá enseguida. Desea verlos.
Tomamos asiento y, al instante, nos dimos cuenta de que Ahmed había
desaparecido. Hank miró con cautela a su alrededor.
—No me gusta esto.
—Nos protege del viento y, por el momento, eso es lo más importante.
—Si no quieren que nos vayamos, ¿cómo vamos a salir de aquí?
—Eso mismo me pregunto yo —Rheinholdt había entrado detrás de nosotros y
nos observaba con aquella sonrisa suya de sacerdote; se dirigió a su mesa y se sentó.
—La tormenta es bastante fuerte, nunca había visto nada igual. ¿Se fijaron en el
color del sol?
Yo no estaba de humor para entablar una conversación banal.
—Gracias por dejarnos entrar.
—Agradézcanselo a Ahmed y a las monjas.
—Lo haremos. Lamento que no encuentre agradable nuestra presencia aquí.
Rheinholdt me observó fijamente y por un momento pensé que iba a echarse a
reír delante de mí.
—Este monasterio fue edificado en el siglo IV.
Hank sonrió.
—Se nota.
La conversación pareció terminar aquí; permanecíamos sentados dos, incómodos,
a la espera de que nos dijera lo que nos había venido a contar. Al final, rompió el
silencio.
—Ustedes han visto los animales. Conocen las situación y no han venido a
fotografiar el edificio.
Por un momento pensé en replicar, en afirmar que aquél era nuestro propósito y
que por eso habíamos traído las cámaras, pero no tenía sentido, así que permanecí
callado.
Rheinholdt cogió un pisapapeles de vidrio y lo fue pasando de una mano a otra.
—Ahora no sé qué hacer con ustedes.
—Un buen mago podría convertirnos en sapos o en moscas.
—También se les podría convertir en muchas otras cosas, así que no me
www.lectulandia.com - Página 175