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Relatos y ocurrencias de un pueblo, ALTAGRACIA. | F. V. R.
meta, viniéndose los tres (Santos, Silvio y José) a puntear la competencia, seguidos muy de
cerca por Froilán Montaner (Lango el de Lucrecia); pero ya casi para llegar a la meta,
ubicada en todo el frente de la sede del Centro Social, justamente frente al Guayacán de
Conga, pasó de un solo viaje, echo todo un bólido Eleazar, el de Pastor González, y cruzó
la meta de primero, seguido muy de cerca por Silvio Martínez, quien alegaba, algo alterado,
que él era el auténtico ganador. Felizmente habían dos jueces de mesa, quienes vieron
ganador a Eleazar González, así que sentenciaron la llegada de esta forma: Primero, Eleazar
González; Segundo, Silvio Matínez; y en el tercer lugar, Froilán Montaner. Aunque solo
González y Martínez se hicieron acreedores de las dos entradas al cine popular, como
premio de donación por José Manuel Narváez (Chemané) para asistir a la proyección
cinematográfica del venidero sábado en la noche, película protagonizada por Pedro
Almendari y Dolores del Río.
Aquel reñido final de la competencia trajo como natural consecuencia disgustos y
discusiones muy acaloradas. Se discutía en tono muy alto.
Fue tal el escándalo que los jóvenes entusiastas armaron aquella noche de un mes de
abril, que Potoroco el de Magdalena salió de su casa, medio dormido y aun poniéndose su
camisa, expresó: -¡Carajo, qué regalo de estudiantes!; mientras que la señora Sósima Rojas,
asistida de toda la razón, ante tal escándalo, muy calladamente fue en busca de ayuda a la
Jefatura Civil del pueblo, la cual quedaba a pocos metros de donde ella vivía y muy cerca
de donde se desarrollaba aquella competencia. Sósima alegó ante el único agente policial de
guardia esa noche que su anciana madre, señora Cleta Lárez, tenía casi una centuria de años
y no había podido conciliar el sueño esa noche debido al escándalo propiciado por aquellos
jóvenes en plena calle principal. Fue entonces cuando el único agente de guardia en aquel
recinto policial, después de haber oído a la señora Sósima en su planteamiento, tomó el rolo
y habiendo colocado su arma de reglamento en una de las gavetas de un escritorio,
ajustándose la cachucha y el cinturón, se encamina junto con la denunciante hacia el sitio
donde se encontraban aquellos bullangueros jóvenes, mientras Sósima se rezaga un poco
para así no aparecer involucrada en la denuncia. Anselmo, que así se llamaba el agente
policial en cuestión, después de saludar al grupo de jóvenes y darles las buenas noches, les
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