Page 57 - Relatos y ocurrencias de un pueblo, ALTAGRACIA.
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Relatos y ocurrencias de un pueblo, ALTAGRACIA. | F. V. R.



                  meta, viniéndose los tres (Santos, Silvio y José) a puntear la competencia, seguidos muy de

                  cerca  por  Froilán  Montaner  (Lango  el  de  Lucrecia);  pero  ya  casi  para  llegar  a  la  meta,
                  ubicada en todo el frente de la sede del Centro Social, justamente frente al Guayacán de

                  Conga, pasó de un solo viaje, echo todo un bólido Eleazar, el de Pastor González, y cruzó
                  la meta de primero, seguido muy de cerca por Silvio Martínez, quien alegaba, algo alterado,

                  que  él  era  el  auténtico  ganador.  Felizmente  habían  dos  jueces  de  mesa,  quienes  vieron
                  ganador a Eleazar González, así que sentenciaron la llegada de esta forma: Primero, Eleazar

                  González; Segundo, Silvio Matínez; y en el tercer lugar, Froilán Montaner. Aunque solo

                  González  y  Martínez  se  hicieron  acreedores  de  las  dos  entradas  al  cine  popular,  como
                  premio  de  donación  por  José  Manuel  Narváez  (Chemané)  para  asistir  a  la  proyección

                  cinematográfica  del  venidero  sábado  en  la  noche,  película  protagonizada  por  Pedro
                  Almendari y Dolores del Río.


                         Aquel reñido final de la competencia trajo como natural consecuencia disgustos y

                  discusiones muy acaloradas. Se discutía en tono muy alto.


                         Fue tal el escándalo que los jóvenes entusiastas armaron aquella noche de un mes de
                  abril, que Potoroco el de Magdalena salió de su casa, medio dormido y aun poniéndose su

                  camisa, expresó: -¡Carajo, qué regalo de estudiantes!; mientras que la señora Sósima Rojas,
                  asistida de toda la razón, ante tal escándalo, muy calladamente fue en busca de ayuda a la

                  Jefatura Civil del pueblo, la cual quedaba a pocos metros de donde ella vivía y muy cerca
                  de donde se desarrollaba aquella competencia. Sósima alegó ante el único agente policial de

                  guardia esa noche que su anciana madre, señora Cleta Lárez, tenía casi una centuria de años

                  y no había podido conciliar el sueño esa noche debido al escándalo propiciado por aquellos
                  jóvenes en plena calle principal. Fue entonces cuando el único agente de guardia en aquel

                  recinto policial, después de haber oído a la señora Sósima en su planteamiento, tomó el rolo

                  y  habiendo  colocado  su  arma  de  reglamento  en  una  de  las  gavetas  de  un  escritorio,
                  ajustándose la cachucha y el cinturón, se encamina junto con la denunciante hacia el sitio

                  donde se encontraban aquellos bullangueros jóvenes, mientras Sósima se rezaga un poco
                  para  así  no  aparecer  involucrada  en  la  denuncia.  Anselmo,  que  así  se  llamaba  el  agente

                  policial en cuestión, después de saludar al grupo de jóvenes y darles las buenas noches, les
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