Page 59 - Relatos y ocurrencias de un pueblo, ALTAGRACIA.
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Relatos y ocurrencias de un pueblo, ALTAGRACIA. | F. V. R.





                  De cuando José Ramón Ordaz (Moscón el de Casta), ya en sus últimas
                    horas de vida, manifestó su postrera voluntad como simple mortal

                  R
                            ecordamos a José Ramón Ordaz, ampliamente conocido y apreciado en el pueblo

                            de Altagracia como “Moscón el de Casta”; lo recordamos como hombre de bien,
                            conduciendo su pintoresca bicicleta con un “pellón” multicolor de fino fieltro,

                  cubriendo el asiento de su siempre pulido vehículo de tracción de sangre, en cuyo manubrio

                  generalmente  exhibía  sendas  cornetas  de  las  llamadas  “peras”,  un  gigantesco  timbre
                  totalmente cromado, recordamos a la bicicleta de Moscón como la mejor equipada y más

                  lujosa  del  pueblo,  lo  que  hacía  que  él  se  sintiera  por  demás  orgulloso,  tanto  que  sus
                  conterráneos lo distinguieran a la hora de evaluar la bicicleta más lujosa y mejor dotada del

                  pueblo. Todo aquello hacía muy feliz a José Ramón el de Casta.


                         Nuestro recordado y muy respetado amigo, Moscón, enfermó gravemente, ya echo
                  todo un hombre; atrás había quedado aquella juvenil afición de adornar  su bicicleta con

                  lujosos atractivos que llamaban la atención de sus coterráneos.


                         Enfermó gravemente nuestro recordado José Ramón, motivo por el cual un día, muy
                  temprano, llamó a su digna compañera, madre de sus hijos, Josefina la de María Victoria, a

                  quien le dijo:


                               -Fina, yo estoy muy enfermo, me siento muy mal, pero mija, sólo te voy a exigir
                  algo  que  es  mi  última  voluntad,  si  muero  de  ésta,  por  favor  Fina,  no  permitas  que  me

                  entierren  en  el  cementerio  de  aquí  de  Los  Hatos,  mija,  no  lo  permitas,  porque  en  ese

                  cementerio… -proseguía hablando Moscón, ya con voz muy apagada- …en ese cementerio,
                  mija, hay mucha hormiga picadora, de las llamadas hormigas amarillas y yo siempre he

                  sido  alérgico a las picadas de esas bicharengas; así  que tú te opones a que me entierren
                  aquí… ya sabes mija….


                         José Ramón “Moscón el de Casta”, sacando fuerza de donde no tenía, se sentó a la

                  orilla de la camita donde guardaba reposo absoluto y le dio a Fina, su mujer, el siguiente
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