Page 77 - Deepak Chopra - Cuerpos sin edad, mentes sin tiempo.
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El beneficio general del estilo de vida equilibrado emergió en 1965, en California del Sur, cuando
un equipo de investigación encabezado por Nadia Belloc y Lester Breslow, ahora decano de Salud
Pública en la Universidad de Los Angeles, decidió seguir los patrones de envejecimiento de quienes
residían en el condado de Alameda. Se repartió entre casi 7.000 sujetos un cuestionario de veintitrés
páginas donde se les pedían muchos detalles sobre su estado de salud y su estilo de vida.
Pasados cinco años y medio, 371 de esos sujetos habían muerto. Al analizar las respuestas
originales a estos cuestionarios, los investigadores descubrieron que la característica más importante
de los sobrevivientes no eran sus ingresos monetarios, su estado físico ni su herencia genética, sino
unos hábitos sumamente simples:
1. Dormir de siete a ocho horas por noche.
2. Desayunar casi todos los días.
3. No comer entre comidas.
4. Peso normal, es decir, hasta un 5 por ciento de menos y hasta un 10 por ciento de exceso en
las mujeres y un 20 por ciento en los hombres.
5. Actividad física regular, es decir: participar con frecuencia en deportes activos, largas
caminatas, jardinería u otros ejercicios.
6. Moderación en el beber, es decir, no tomar más de dos copas de bebida alcohólica al día.
7. No fumar nunca cigarrillos.
Se trata de una lista muy breve de hábitos equilibrados, del tipo que los niños aprenden en el
regazo de su madre, pero condujeron a conclusiones dramáticas. Analizando las estadísticas, Belloc
descubrió que un hombre de 45 años, que observara* entre ninguno y tres hábitos saludables, tenía
expectativas de vivir como media 21,6 años más; quien respetara seis o siete de estos buenos
hábitos podía vivir 33 años más. En otras palabras, algo tan simple como tomar un desayuno de
cualquier tipo y dormir lo suficiente agregaban más de once años a la vida de una persona (por
comparación, el hecho de que ambos padres y los cuatro abuelos hayan llegado a los 80 años sólo
aumenta en tres años la expectativa de vida).
Los resultados acumulativos no eran tan dramáticos en el caso de las mujeres, pero se observaba
el mismo patrón en todas las edades. Una mujer de 45 años que respetara al menos seis hábitos
buenos tenía expectativas de vivir 7,2 años más que quien siguiera menos de cuatro; esto aumentaba
a 7,8 hacia la edad de 55 años. Por impresionantes que sean estas cifras, lo son mucho más cuando
miramos más allá de la supervivencia hacia la salud general. Una persona de edad madura avanzada
(entre 55 y 64 años) que practicara las siete buenas costumbres, era tan saludable como los jóvenes
adultos de entre 25 y 34 años que sólo respetaban una o dos.
La tendencia se mantenía también en los grupos de más edad. Si alguien practicaba las siete
buenas costumbres, a los 75 años su salud era comparable a la de una persona de 30 o 40 que
descuidara los buenos hábitos. Lo que parece dar resultado es la pura regularidad: el tipo de dieta o
actividad física practicada no fue tomada en consideración. (Por comparación, otros estudios
similares efectuados en la población de California del Sur han demostrado que las personas de más
de 65 años que toman grandes dosis de vitaminas y se atienen a estrictas dietas de alimentos
saludables no obtienen ventajas significativas en la expectativa de vida.)
Los investigadores de la Universidad de Los Ángeles (UCLA) notaron también que los sujetos de
más edad, en general, seguían un estilo de vida más sano, lo cual señalaba que quienes no lo hacían
habían muerto a edad más temprana. Esto coincide con el cálculo del cirujano general en cuanto a
que dos tercios de las enfermedades padecidas en la ancianidad son evitables. Encabezaban la lista
de aquellos que murieron en los primeros años del estudio por la vida sedentaria y el hábito de fumar.
En general, el estudio demostró que aquellas personas con buenas costumbres a lo largo de su
vida tenían expectativas de disfrutar una ventaja de treinta años en cuanto a salud por encima de las
que tenían malos hábitos. Casi tres décadas después de ese estudio, nadie ha puesto en tela de
juicio su principal conclusión: un estilo de vida equilibrado es uno de los pasos más importantes para
retardar el proceso de envejecimiento. Ahora debemos ahondar en los mecanismos más profundos
del equilibrio para ver si ese efecto benéfico se puede mejorar. El cuerpo humano florece con el
orden, pero la responsabilidad última de crear orden a partir del desorden reside en cada célula. El
secreto de mantener a raya la destrucción es revelado sólo en el plano invisible donde la inteligencia
está constantemente preservando el equilibrio de la vida.