Page 78 - Deepak Chopra - Cuerpos sin edad, mentes sin tiempo.
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EL FLUJO DE LA INTELIGENCIA
Preservando el equilibrio de la vida
Por sí solas, las moléculas del cuerpo no tienen inteligencia. El oxígeno o el hidrógeno no son más
sagaces sólo porque los procese una célula humana. Las mismas moléculas de azúcar que
permanecen inertes en un cubo de azúcar se encuentran, con pequeñas variaciones, dentro del ADN,
pero en nosotros el azúcar cobra vida. El combustible básico del cuerpo es la glucosa o azúcar
sanguíneo, único alimento del cerebro. Si quemamos un cubo de azúcar en una llama de gas,
obtenemos un destello de luz y calor y un grasiento trozo de carbón, pero el mismo azúcar, quemado
en el cerebro, produce todos los pensamientos y las emociones que tenemos. La Capilla Sixtina, el
Paraíso perdido y la Novena Sinfonía de Beethoven son otros tantos logros del azúcar quemado; lo
mismo puede decirse de este libro y de tu capacidad de leerlo.
Comenzando por el ADN, el ARN y las enzimas que ellos producen, nuestras células forman
equipo con moléculas que reaccionan con orden exacto; pero este hecho induce a confusiones: quien
toma las verdaderas decisiones es la inteligencia del cuerpo, que es invisible. Actúa como el coreó-
grafo, que inventa cada paso de la danza, pero prefiere no aparecer en el escenario. Como todas las
células del cuerpo están hechas de moléculas que hallaron su sitio porque el ADN las orientó hacia
allí, se podría decir que la fisiología no es sino inteligencia en acción, y que todos los procesos en
marcha dentro de cada célula son, esencialmente, la inteligencia hablando consigo misma.
Un experto en poligrafía, llamado Cleve Backster, ha realizado cientos de experimentos
asombrosos que prueban esta teoría. La base del polígrafo o detector de mentiras es que mide los
pequeños cambios de la respuesta galvánica de la piel (su capacidad de conducir la electricidad), lo
cual permite medir indirectamente si el cuerpo de una persona está tenso (asociado con la mentira) o
relajado (asociado con el decir la verdad).
Sin embargo, las mismas diferencias de cargas eléctricas se producen ante una amenaza o una
excitación. El polígrafo dará un salto si el sujeto mira una imagen erótica o revive un trauma pasado.
Lo asombroso es que Backster descubrió que hasta las células retiradas del cuerpo y puestas en otra
habitación reaccionan a estos estímulos cuando lo hace el sujeto. Si se raspan unas pocas células
del interior de la boca y se las conecta al polígrafo en un cuarto mientras el sujeto permanece sentado
en otro, las descargas eléctricas se mantendrán planas y estables cuando el sujeto esté tranquilo, y
se alterarán violentamente cuando mire una ilustración erótica; en el momento en que él deja de
mirar, su polígrafo vuelve a calmarse y también el polígrafo de sus células de la otra habitación.
La distancia no parece afectar a este misterioso resultado. En un experimento, Backster pidió a un
marino, veterano de la Segunda Guerra Mundial, que viera películas de batallas en el Pacífico. En
cuanto el hombre vio la filmación de un avión de combate que caía en llamas, su polígrafo exhibió
una fuerte respuesta galvánica. En el mismo instante, visto por un equipo de vídeo simultáneo, se
produjo una súbita actividad en un polígrafo conectado a células de su boca a diez kilómetros de
distancia. Este hombre había visto caer en combate a aviones derribados por la artillería enemiga. Su
recuerdo del peligro se activaba y todas las células de su cuerpo lo sabían.
La inteligencia, por ser abstracta e invisible, debe reaccionar para hacerse conocer. Tu cerebro
hace conocer su inteligencia produciendo palabras y conceptos; tu cuerpo hace conocer su
inteligencia produciendo moléculas capaces de llevar mensajes. Es fascinante observar cómo se
funden mutuamente estos dos tipos de inteligencia. Toda la operación se produce en el plano
cuántico, donde se difumina la línea divisoria entre lo abstracto y lo concreto. En la fuente de
inteligencia existe muy poca diferencia entre pensamientos y moléculas, como lo demostrará un
simple ejemplo.
El cuerpo como información
Si muerdes un limón, el jugo hace inmediatamente que la boca se te llene de agua, pues las
glándulas salivales que tienes bajo la lengua comienzan a segregar dos enzimas digestivas llamadas
amilasa salival y maltasa. Estas enzimas comienzan a digerir el azúcar que se encuentra en el zumo
de limón, antes de pasarlo a los jugos gástricos del estómago, más complejos. No hay mucho
misterio: la presencia de comida en la boca activa inmediatamente la digestión.