Page 79 - Deepak Chopra - Cuerpos sin edad, mentes sin tiempo.
P. 79
79
Pero ¿qué ocurre si te limitas a visualizar un limón o a repetir tres veces para tus adentros la
palabra «limón»? Tu boca también se llena de agua y se producen las mismas enzimas salivales,
aunque no hay nada que digerir. El mensaje enviado por el cerebro es más importante que la
presencia real de comida. Palabras e imágenes operan también como moléculas reales para activar
el constante proceso de la vida.
Podemos representar el proceso como un círculo que se renueva constantemente:
MENSAJE MOLÉCULA
Un mensaje no es una cosa, pero tu cuerpo lo convierte en una cosa. Así es como opera la
naturaleza tras la ilusión de realidad física. Nuestro prejuicio materialista nos obliga a seguir
considerando a las moléculas como fuente de vida (sin tener en cuenta el obvio hecho de que un
cuerpo que acaba de morir contiene exactamente las mismas moléculas que antes de morir,
incluyendo todo un complemento de ADN). Damos por sentado que el zumo de limón es lo real,
mientras que la palabra «limón» es algo falso. Después de todo, la saliva no digiere palabras. Pero en
realidad estamos digiriendo mensajes en todo momento. Las moléculas del zumo de limón activan la
salivación al introducirse en los receptores de las papilas gustativas, que envían un mensaje al
cerebro, activando mensajes de respuesta a las glándulas salivales.
No hay en la naturaleza nada tan milagroso como esta transformación. Por comparación, el
convertir el plomo en oro es algo trivial, pues plomo y oro son sólo pequeños reordenamientos de
unos cuantos protones, neutrones y electrones. Si oyes las palabras «te amo» y tu corazón comienza
a palpitar, se ha producido una metamorfosis mucho más asombrosa. Una emoción en la mente de
otra persona se ha transformado en moléculas de adrenalina que corren por tu torrente sanguíneo.
Éstas, a su vez, activan a receptores situados en el exterior de tus células cardiacas, las cuales, por
su parte, indican a cada célula que la respuesta apropiada al amor es contraerse más deprisa que de
costumbre. Lo más importante es que tu cuerpo se siente transformado: al saber que se te ama
experimentas una sensación de levedad y júbilo; el mundo parece más vivido y los problemas
cotidianos parecen desaparecer.
¿Por qué son apropiadas estas respuestas? ¿Cómo ha aprendido el cuerpo que la palabra «amor»
es el resorte que despierta una alegría palpitante en el corazón, y no las palabras «clamor» o
«calor»? Este misterio desafía los más complejos conocimientos de la biología, la medicina, la
psicología, la química y la física, pero es de importancia vital. El corazón se mantiene físicamente
intacto gracias a un torrente de mensajes de los genes; éstos, a su vez, están formados por mensajes
subatómicos que van y vienen en la danza cuántica.
En relación, el lenguaje que utilizamos para referirnos a nosotros mismos es de tremenda
importancia. Los psicólogos infantiles han descubierto que los niños pequeños sufren una influencia
mucho más profunda de las afirmaciones atributivas de sus padres (por ejemplo: «Eres un niño
malo», «Eres un mentiroso», «No eres tan inteligente como tu hermana»), que de las prescriptivas
(por ejemplo: «Lávate siempre las manos antes de comer», «No te lleves los juguetes a la boca», «No
llegues tarde a la escuela»). En otras palabras: decir a un niño lo que es causa en él una impresión
mucho más profunda que decirle qué hacer. El sistema mente-cuerpo se organiza en torno de esas
experiencias verbales; las heridas causadas por palabras pueden crear efectos mucho más
permanentes que el trauma físico, pues literalmente nos creamos a partir de palabras.
Esto tiene especial importancia cuando analizamos esas dos potentes palabras: «joven» y «viejo».
Hay una enorme diferencia entre decir: «Estoy demasiado cansado para hacer eso» y decir: «Soy
demasiado viejo para hacer eso.» La primera afirmación transmite un mensaje subliminal de que las
cosas mejorarán; si estás demasiado cansado ahora, tu energía volverá y más tarde no estarás
cansado. Ser demasiado viejo suena mucho más definitivo, porque en nuestra cultura lo viejo está
definido por el paso del tiempo lineal; las cosas viejas no vuelven a ser jóvenes.
Las palabras tienen el poder de programar la conciencia; por lo tanto, es importante evitar la
aceptación pasiva de las connotaciones negativas que encierra la palabra «viejo». Como muchos
esperan acumular más problemas y pesares en la ancianidad, glorifican la juventud, no por su