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CAMINO DE SERVIDUMBRE

                  sean morales o grandemente inmorales estas opiniones. En este sentido, el
                  nazi u otro Estado colectivista cualquiera es «moral»,mientras que el Estado
                  liberal no lo es.
                     Quizá pueda decidirse que todo esto no plantea un problema serio, pues
                  por la naturaleza de las cuestiones sobre las que el planificador económico
                  ha de decidir,éste no necesita guiarse,ni debe hacerlo,por sus prejuicios indi-
                  viduales, sino que debe sujetarse a la general convicción acerca de lo que es
                  justo y razonable. Esta objeción recibe usualmente apoyo de quienes tienen
                  experiencia sobre la planificación en una industria particular y encuentran
                  que no hay una dificultad insuperable para llegar a una decisión que acep-
                  tarían como justa todos los inmediatamente afectados. La razón por la que
                  esta experiencia no demuestra nada es precisamente la selección de «inte-
                  reses» afectados cuando la planificación se limita a una industria en parti-
                  cular. Los más de cerca interesados en una cuestión particular no son nece-
                  sariamente los mejores jueces sobre los intereses de la sociedad en general.
                  Para recoger sólo el caso más característico: cuando el capital y el trabajo,
                  dentro de una industria,convienen sobre alguna política de restricción y ex-
                  plotan así a los consumidores, no surge usualmente ninguna dificultad
                  para la división del botín en proporción a los antiguos ingresos o según otro
                  principio semejante. Por lo general, la pérdida que se reparte entre miles o
                  millones se desprecia simplemente o se considera de manera por completo
                  inadecuada.Si deseamos poner a prueba la utilidad del principio de lo «justo»
                  para decidir en la clase de cuestiones que surgen en la planificación econó-
                  mica,tenemos que aplicarlo a alguna cuestión donde las ganancias y las pér-
                  didas sean igualmente claras. En estos casos se reconoce sin dificultad que
                  ningún principio general,tal como el de lo justo,puede proveer una respuesta.
                  Cuando tenemos que elegir entre sueldos más altos para las enfermeras o
                  los médicos o una mayor extensión de los servicios sanitarios,más leche para
                  los niños o mayores jornales para los trabajadores agrícolas, o entre ocupa-
                  ción para los parados o mejores jornales para los ya ocupados, se necesita
                  para procurar una respuesta nada menos que un sistema completo de valo-
                  res en que cada necesidad de cada persona o grupo ocupe un lugar definido.
                     De hecho,a medida que se extiende la planificación se hace normalmente
                  necesario adaptar con referencia a lo que es «justo» o «razonable» un número
                  creciente de disposiciones legales. Esto significa que se hace cada vez más

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