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PREFACIO A LA EDICIÓN DE 1956

               se impusieron gracias a su asociación con auxiliares cuyos objetivos con fre-
               cuencia diferían de los objetivos de aquéllos; y esta asociación, que siempre
               es peligrosa, resultó a veces desastrosa». 10
                  Parece poco probable que esta extraordinaria diferencia en la acogida del
               libro a ambos lados del Atlántico se debiera enteramente a una diferencia
               del carácter nacional. Me he convencido cada vez más de que la explicación
               debe buscarse en la diferente situación intelectual existente en el periodo
               en que se publicó el libro. En Inglaterra, y en general en Europa, los proble-
               mas que yo afrontaba hacía tiempo que habían dejado de ser cuestiones abstrac-
               tas. Los ideales que en el libro se examinaban hacía mucho tiempo que se
               habían afirmado, e incluso sus más entusiastas defensores habían experi-
               mentado ya concretamente algunas de las dificultades y de los resultados im-
               previstos generados por su aplicación. Escribía, pues, sobre fenómenos de los
               que casi todos mis lectores europeos tenían más o menos una experiencia
               directa y me limitaba a argumentar de manera sistemática y coherente sobre
               lo que muchos habían ya percibido intuitivamente.Con respecto a estos idea-
               les existía ya cierta decepción,que su examen crítico hacía simplemente más
               ruidosa o explícita.
                  En Estados Unidos, en cambio, estos ideales estaban aún frescos y eran
               más violentos.Sólo diez o quince años antes —no cuarenta o cincuenta,como
               en Inglaterra—,una gran parte de los intelectuales estaba contagiada por ellos.
               Y, a pesar de la experiencia del New Deal, su entusiasmo por el nuevo tipo
               de sociedad construida racionalmente no estaba demasiado contaminado por
               la experiencia práctica. Lo que para la mayor parte de los europeos se había
               convertido en cierta medida en un vieux jeu, para los radicales americanos



                  10. [John Emerich Edward Dalberg-Acton, Primer Barón Acton, «The History of Freedom in
               Antiquity»,en The History of Freedom and Other Essays (Londres:Macmillan,1907;reimpreso Freeport,
               NY: Books for Libraries Press, 1967), p. 1 {trad. esp.: «La historia de la libertad en la Antigüedad», en
               Lord Acton, Ensayos sobre la libertad y el poder, Unión Editorial, 1999, p. 57}. Lord Acton (1834-
               1902) fue un liberal Miembro del Parlamento desde 1859 a 1864, líder de los liberales católicos en
               Inglaterra,y fundador-editor de la Cambridge Modern History,a la cual contribuyó con los dos prime-
               ros volúmenes. Hayek pensaba llamar a la sociedad Mont Pèlering Sociedad Acton-Tocqueville, pero
               Frank Knight se opuso a denominar a un movimiento liberal con el nombre de dos católicos. El ar-
               tículo citado fue originariamente un discurso pronunciado ante los miembros de la Bridgnorth Ins-
               titution en el Agricultural Hall en Bridgnorth,Shropshire, el 26 defebrero de 1877. —Ed.]

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