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Especial: Jorge Ninapayta de la Rosa
Cuentos de Jorge Ninapayta
Desencuentros
unca comprendí muy bien qué pudieron tener en común mis padres para casarse. Ella era
Nmucho menor que papá, le gustaba conversar, viajar, asistir a �iestas de amigos o parientes,
mientras que él prefería permanecer encerrado en su estudio y únicamente salía para acudir a
su trabajo o al club de bolos. Por eso a muchos les pareció lógico que terminaran separándose.
Aunque, probablemente, nadie esperó que fuera porque papá encontró a mamá con otro
hombre.
Cuando se casaron, mamá tenía diecisiete años, acababa de terminar el colegio, mientras
mi padre casi le triplicaba la edad y era ya un vecino con trayectoria profesional conocida,
ingeniero civil en una empresa local. Quizá, pienso ahora, existió el deseo mutuo de poseer una
familia, para mantenerse protegidos de la soledad y del infortunio; eso pudo ser, porque ambos
eran solitarios a su manera.
Mi padre volvía tarde a casa, cuando nosotros ya habíamos cenado. Se quedaba un buen
rato en el estudio, revisando planos en la enorme mesa de dibujo. Algunas veces, me llevaba al
club de bolos, donde se reunía con sus amigos, pero yo me aburría porque siempre he preferido
el fútbol.
Mamá iba a �iestas, muchas veces sola porque papá siempre estaba «mal del estómago».
Ella sentía aprecio por las casas viejas del centro, porque en una así había vivido de chica.
Por ello, algunas tardes, me esperaba a la salida de la escuela y nos íbamos a trajinar por los
barrios más antiguos. Entrábamos en las viejas quintas, en casonas con patios de losetas, nos
acercábamos a las rejas de fierro forjado y tratábamos de sorprender la vida en esos recintos. A
veces alguien nos advertía, una voz vibraba perentoria en algún sitio y debíamos salir corriendo.
La tía Maruja, la más lenguaraz de las primas de papá, le dijo una vez a él, a propósito
de esta inclinación de mamá por las casas y cosas viejas: «Por eso se interesó por ti». Viéndolo
bien, ese interés nunca pareció muy claro. Fui comprendiendo mejor la situación por los
comentarios de mi abuela paterna y de tía Camila, la hermana menor de papá. Decían que
mamá se casó con él por consejos de la madre de ella, quien le recomendó aceptar a ese hombre 29
tranquilo y de buena posición que parecía encaminarse a una vida de solterón.
Más adelante, el gusto de mamá por las casas viejas quedaría temporalmente relegado
cuando fue elegida asesora cultural de su antiguo colegio, el Santa Martha. Allí se dedicaría
a organizar las reuniones de padres de familia, las �iestas de exalumnos y los certámenes
culturales.
* * *
Durante el campeonato anual de bolos, papá nos llevó varios sábados por la tarde al
Club Nacional porque él formaba parte de uno de los equipos. Los primeros dos sábados mamá
también acudió, y aunque ella y yo tratábamos de mostrarnos interesados, no era fácil. Los
participantes jugaban con mucho entusiasmo y papá parecía tan enfrascado en el juego, como
ellos, que a veces casi se olvidaba de nosotros. Pero cuando el siguiente sábado insinué que de
repente yo no podría ir porque unos amigos me habían invitado a un paseo, se mostró un poco
decepcionado, aunque trató de disimularlo; �inalmente decidí acompañarlo.
Ese sábado, mamá dijo que debía asistir a sus reuniones en el colegio. Tuvimos que ir
solo papá y yo. Después no lo lamenté, porque terminé interesándome en el juego. Además, ver