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Cuentos



                           ―Está bonito, sí.
                           ―Pediré dos chelas de entrada.
                           Kike pidió dos cervezas mientras Tony buscaba una mesa libre. Se sentaron en una no
                     muy lejos de los baños.
                           ―Ahora, sí, salud, compare. Por esas �lacas que nos chotean y no saben lo que se pierden
                     ―dijo Kike.
                           Chocaron los vasos. Tony tardó unos segundos en tomar.
                           ―¿Qué te pasa, loco? No me vayas a venir con lloriqueos ahorita, eh.
                           ―No, nada de eso. Solo que…
                           ―¿Cuántas veces te le has mandado a esa �laca? ―interrumpió Kike.
                           ―No sé… creo que esta fue la tercera.
                           ―Asu… y ¿aun así no aprendes? ¿Esta vez también le escribiste un poemita? Esas huevadas
                     ya pasaron de moda. ¿Acaso te ha funcionado antes?
                           ―Salud, de una vez.
                           Secaron la primera botella y cinco minutos después la segunda. No pasó ni un minuto
                     hasta que un mozo se acercó a llevarse las botellas vacías. Esta vez fue Tony el encargado de
                     comprar el siguiente par. La chica de la barra estaba sola cuando le pidió las dos cervezas. Era
                     realmente fea. Tenía un pómulo más ancho que el otro, como si le hubieran dado un puñetazo
                     y la hinchazón nunca hubiese sanado. Sus ojos eran demasiado pequeños en comparación al
                     resto de su cara, parecían dos puntitos negros clavados en una papa enorme y amorfa. Pero
                     está sola, pensó Tony…
                           ―Hola, amiga, dos cervezas, por favor.
                           Se las dio al instante.
                           ―¿Hace tiempo trabajas, aquí?
                           ―Desde que abrió el local
                           ―Es la primera vez que vengo. Mi amigo me trajo y…
                           ―Flaquita, dos chelas bien al polo, al toquepala ―interrumpió una voz recia.
                           ―Enseguida.
                           Tony se alejó de la barra
                           Al regresar, vio a Kike mirando hacia la pista de baile, como embelesado.
                           ―¿Qué miras?
                           ―A esa �laca de ahí. Mientras tú comprabas se paró a bailar. ¿No te parece riquísima?
                     ―dijo Kike, mordiéndose los labios―. Esas curviiitas. Trigueñita… y ese pantaloncito blanco
                     pegadito que le realza el potito.
                           ―¿Acaba de llegar? No la vi antes. Pero tiene gil.
                           ―Ese con el que está no es su gil. Bailaba sola y el tipo se le acercó de la nada. Pero,
                     mírala, se nota que le jode. Cada uno está en lo suyo.                                      89
                           Tony dejó de mirarla.
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                           ―Brindemos viéndola. No me vas a decir que no está rica.
                           La canción terminó y la chica del pantalón blanco se alejó del tipo. Hizo una seña con
                     las manos y fue a sentarse en uno de los muebles con armazón de auto donde otra chica la
                     esperaba.
                           ―¡Mira, mira! ―dijo, Kike, casi gritando―. Son dos. Y la otra no es fea, está mucho mejor
                     que la atorrante que te choteó. Vamos a sacarlas, habla.
                           Pero su amigo solo se limitó a cruzar los brazos sobre la mesa.
                           ―No sé. No tengas ganas, pero puede ser dentro de un rato. Hay que seguir chupando
                     ―dijo Tony, mirando de reojo hacia donde estaban las chicas.
                           ―Ay… te apuesto a que la �laquita no aceptó seguir con el tipo porque quiere que a su
                     amiga la saquen también. Vamos…
                           Siguieron tomando. El rock en español fue reemplazado por música electrónica
                           ―Mira, mira ―dijo Kike― ahí se le acerca otra vez el mismo tipo.
                           Tony apoyó la cabeza en una mano. Parecía dormitar en medio del bullicio.
                           ―¡Ja! Choteado. Bien hecho. Mucha �laca para esa piltrafa.
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