Page 180 - Biografia
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Yo Beto: Una Historia Chévere para contar



               Debo insistir, en que ellos se reunían mucho, sin que yo lo supiera, ya que el acom-
            pañamiento de mis ángeles, nunca falto. Y creo, no, estoy seguro, que cada uno coloco
            su granito de arena, para que yo no me sintiera mal.


               Leonel y Édgar, siempre se preocuparon por mi estado financiero, para mi calidad de
            vida, (ellos también son mis primos hermanos, hijos de Line), Cristian siempre se en-
            cargó de la parte logística de mi trabajo, ya que ocasionalmente, me salía una  atención
            de bazares, bingos etc., en fin, animaciones o presentaciones, donde yo debía ir bien
            arreglado, entonces Cristian varias veces, me prestaba sus camisa y corbatas, lociones
            y todo lo que fuera necesario para mi trabajo ocasional. Dalia, también mi prima her-
            mana, hija de Line, estaba muy pendiente en la parte de consejos y acompañamiento
            espiritual, ya que, por su modo de ser ecuánime y tranquilo, me agradaba conversar
            con ella.


               Como se pueden dar cuenta, mis estimados lectores y lectoras, estos ángeles, en-
            cabezados por Line, nunca me han dejado solo, siempre me han acompañado con su
            bondad, familiaridad, amistad y Cariño. En la actualidad, cada uno vive en sus moder-
            nos apartamentos, ya todos organizados con sus respectivas familias, y como yo, gra-
            cias a mi Dios, estoy también ya organizado, de vez en cuando nos reunimos a recordar
            nuestros tiempos de niñez, es muy rico, cuando quiera los invito.


               Para estos ángeles, un millón de gracias, espero algún día retribuirles tanto afecto y
            cariño, sin ellos, yo no habría sido capaz de salir adelante, gracias y bendiciones…! Se
            me olvidaba mencionar algo muy importante, el apoyo incondicional de Narda, la espo-
            sa de Leonel, quien, desde la distancia, sé que estaba muy pendiente de mi bienestar.





                                    MARLÉN JIMÉNEZ






               Después de la muerte de mi madre, yo quede (así no lo crea nadie, pero mi Dios sabe
            que así fue), destrozado, completamente desprotegido, sin rumbo, sin norte, mis jor-
            nadas en la casa paterna, eran de mucho trabajo, sin sueldo, sin alimentación (los tres
            golpes), sin nadie que me fiara, sin familia, sin amigos, en fin, mi situación era bastante
            delicada, y a pesar de todo, ante los vecinos, debía mantener la imagen de la familia
            Barahona González que, por más de 50 años, se había construido.


               A los únicos que me atreví a contarles mi situación y que agradezco su ayuda incon-
            dicional, fue a la familia Reyes (don Juan, la señora Anita y Marcos, su hijo) eran los
            vecinos de la esquina de la casa de las arañas, o sea la mía, fueron muy discretos y de
            una ayuda invaluable, con mucho cariño y afecto. Cuando deseen, les cuento el tipo de
            ayuda, sino, dejemos así ahijadito.


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