Page 468 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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Sobrenombres y fenómenos propios del amor 4f)7
Mas, después de esto, por casualidad te sobreviene una revelación di-
vina en un momento de contemplación, y entonces aquel amor de antes
encuentra su objeto en esta revelación divina; o bien, ves casualmente
a una persona, y en su vista descansa como en su objeto aquella emo-
ción que antes experimentabas y adviertes entonces que aquél era tu
amado, aunque tú no te dabas de ello cuenta; o bien, en fin, oyes men-
tar a un individuo cualquiera y sientes en ti una inclinación hacia él,
determinada por aquel deseo que antes notaste, y conoces que aquel
individuo es tu amigo. Es ésta una de las más secretas y sutiles pre-
visiones que las almas tienen de las cosas, adivinándolas al través
de los velos del misterio, pero ignorando el modo de ser de esas cosas,
no sabiendo de cierto de quién se sienten aquéllas enamoradas, ni en
quién ha de descansar su amor, ni siquiera qué cosa sea realmente
este sentimiento que experimentan.
Este mismo fenómeno se observa también a veces, cuando el hom-
bre se ve dominado por cierto sentimiento angustioso de tristeza o por
una emoción expansiva de alegría, cuya causa ignora; pero, en aquel
mismo momento, le sucede algo que le entristece, y se da entonces
cuenta de que aquella angustia, que antes sintió, obedecía a este acci-
dente; o, aJ revés, le sobreviene algo alegre, y entonces advierte que
aquella anterior sensación de gozo era debida a eso. También este
fenómeno es un presentimiento que el alma tiene de las cosas, antes
de que éstas se realicen, es decir, antes de que caigan bajo la esfera
de acción de los sentidos externos.
Semejante a esto es igualmente el pacto que Dios ha impuesto a
todos los hombres, obligándonos a que lo reconozcamos por Señor
nuestro. Es un pacto que nadie, después de lo que he dicho, podrá ne-
garlo, porque encontrarás en la conciencia de todo hombre cierto sen-
timiento de necesidad, respecto de algún Ser en quien apoyarse, y ese
Ser es Dios, aunque él no lo advierta. Por eso dice (1): "¡Oh, hom-
bres!, vosotros sois indigentes que de Dios necesitáis"; que es como
si les dijera: "Esa indigencia que en vosotros mismos experimentáis
(1) Alcorán, XXXV, 16.