Page 469 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
P. 469

458         Parte III.—Textos : Fotuhat,  11, 429
        no tiene otro objeto que Dios, pero vosotros no lo conocéis", y por eso
        Dios mismo nos Jo hace saber.
          [429] Este es uno de los más delicados fenómenos que en el amor se
        observan; inferior a él es el amor del amor, es decir, aquel estado en
        el cual el corazón se preocupa tanto de su amor, que llega a olvidarse
        de la persona amada. Acudió Leila a las voces de su amante, el poeta
        Cáis, que a gritos  la llamaba  ¡Leila,  Leila!, mientras cogía  el hielo
        con las manos y se lo aplicaba a su pecho y lo fundía con el calor de
        su corazón. Viéndole en  tal estado,  le saludó y  le dijo: "¡Yo soy la
        que buscas, yo la que deseas, yo soy tu amada, yo el paño de lágri-
        mas de tus ojos, yo soy Leila!" Pero Cáis, volviéndose hacia ella, ex-
        clamó: "Márchate de mi presencia, pues el amor que te tengo me pre-
        ocupa demasiado para que me ocupe de ti." (1).
          Esto es de lo más sutil y fino que en el amor darse puede; pero no
        lo es tanto, como lo que antes hemos descrito. Nuestro maestro, Abula-
        bás el Oryaní, pedía a Dios que le otorgara, no el amor, sino el deseo
        del amor (2).
          Son muy diversas las definiciones que se han dado del amor; pero
        no he visto a nadie que lo definiese con su definición esencial; es más:
        no se concibe tal cosa como posible. Todos los que lo han definido,
        lo han hecho mediante las consecuencias que engendra, por sus efectos
        y secuelas. Y esta imposibilidad de definirlo esencialmente débese, so-
        bre todo, a que es uno de los atributos de la excelsa majestad divina.
          Ten en cuenta que de las cosas cognoscibles, unas son definibles y
        otras no. Y el amor, a juicio de los que lo conocen y sobre él discurren,
        es una de las cosas que no pueden definirse; lo conoce aquél en quien
        reside, aquel que lo posee como atributo propio; pero no sabe qué cosa
        sea, aunque la realidad de su existencia sea para él innegable.
          Has de tener además presente que para poder decir con verdad que

          (1)  Sobre Cáis Abenmolawah, poeta del siglo  I de la hégira, llamado ¿7
        Loco, vide C. Huart, Littcrature árabe (París, Colin, 1902), p. 46, Brockelmann,
        Geschichte der arabischen litteratur (Weimar, Felber, 1898),  I, 48, y lbn Qotai-
        ba, Líber poesis ct poetarum (edic. Goeje), p. 355-364.
          (2)  Cfr. supra, parte primera,  I, pág. 47.
   464   465   466   467   468   469   470   471   472   473   474