Page 470 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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Análisis del amor absorbente 459
el amor es atributo de una persona, es preciso que la domine hasta el
punto de privarla de oído para todo sonido que no sean las palabras
de su amado, que la ciegue para no ver otra cosa que su rostro, que
la haga enmudecer para toda palabra que no sea el nombre de su ama-
do o el de los que le aman, que selle su corazón para que en él no pe-
netre otro afecto que su amor, que eche las llaves al tesoro de su fan-
tasía para que ésta no pueda formar otras imágenes que la imagen de
su amado, ya por el recuerdo de su visión directa, ya por creación ins-
pirada en descripciones ajenas, de ta! modo que pueda decir con el
poeta
Tu imagen está en mis ojos,
En mi boca está tu nombre,
En mi corazón tu albergue.
¡Ausente tú de mí! ¿Dónde?
y que de su amado y para su amado tan sólo, oiga, vea y hable.
Esta fuerza de la fantasía amorosa ha llegado en mí hasta el extre-
mo de representarme ante mis ojos, bajo forma corpórea y objetiva,
extramental, a mi Amado, igual que el ángel Gabriel se apareció cor-
poralmente al Profeta. Yo no me sentía con poder para mirarle. El me
dirigía la palabra. Yo le escuchaba y le entendía. Estas apariciones me
dejaban en tal estado, que durante algunos días yo no podía pasar los
alimentos: cada vez que me dirigía a la mesa, allí estaba El de pie, a
un extremo de ella, mirándome y diciéndome, con lenguaje que yo con
mis propios oídos escuchaba: "¿Y comerás, estándome viendo?" Y me
era imposible comer; pero yo no sentía hambre; antes bien, me llené
de El tanto, que engordé y me embriagué de mirarle. De modo que El
vino a ser para mí como el alimento. Mis amigos y mi familia se mara-
villaban de que yo engordase sin comer; porque continué así muchos
días, sin gustar cosa alguna y sin sentir hambre ni sed. Pero, durante
todo ese tiempo, no dejó El de ser el blanco de mis miradas, estuviese
yo de pie o sentado, en movimiento o en reposo.
Mas, para que el amor domine así por entero al amante, es preciso
que su amado sea o Dios o un individuo de su misma especie, una joven
o un muchacho; los demás seres no son capaces de producir tal efecto.