Page 491 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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480         Parte 11,1.—Textos: Fotuhat, 11, 438
          Fija su atención en aquel texto (1): "Yo era un tesoro ignoto y
        amé ser conocido." Ella, efectivamente, lo ha conocido ya, cuando se
        le ha manifestado [por primera vez] en forma física o corpórea, dán-
        dose desde entonces cuenta de que Dios merece el doble nombre de El
        Manifiesto y El Oculto, por razón de esa forma, bajo la cual se le ha
        manifestado. Advierte, por eso, el alma que el amor con que Dios amó
        ser conocido, existía únicamente en Dios, en cuanto oculto. Sabe, por
        otra parte, el alma que, cuando el amante es un ser dotado de forma
        corpórea, se siente movido a respirar anheloso, porque suspirando en-
        cuentra un consuelo. Este hálito, pues, que Dios emitió, salido de las
        entrañas de su amor a las criaturas a las cuales quería darse a conocer
        para que lo conociesen, fué la niebla, llamada también "el Dios con que
        la creación ha sido hecha". Esa niebla fué la sustancia del mundo, su-
        jeto de todas las formas, espíritus y calidades físicas de éste, y de las
        cuales es indefinidamente susceptible. Tal fué  el comienzo del amor
        de Dios hacia nosotros.
          En cuanto a nuestro amor hacia Dios, comenzó, no de la visión,
        sino del oído  [es decir, nació cuando oímos], que nos decía: "¡Sé!",
        mientras nosotros estábamos dentro de la sustancia de la niebla. Por-
        que la niebla procede de la respiración de Dios, y las formas (que es
        lo que llamamos mundo) proceden de esa palabra de Dios "¡Sé!", y
        tan pronto como oímos su palabra, mientras estábamos en  el seno de
       la niebla, dotados de mera realidad lógica, ya no nos fué posible el
        dejar de poseer la realidad objetiva y vinimos a ser formas en la sustan-
       cia de la niebla, dándole nosotros a esta niebla la realidad objetiva, me-
        diante nuestra manifestación en  ella; porque  la niebla antes poseía
        también únicamente realidad ideal, y adquirió después la realidad [438]
        concreta. Tal fué la causa del comienzo de nuestro amor a Dios (2).
          La meta o fin de nuestro amor a Dios consiste en que conozcamos
        de verdad qué cosa sea nuestro amor, es decir:  si es una propiedad
       esencial del amante, o una cualidad añadida a su esencia, o una relación
         (1)  Es texto de tradición profética, no alcoránico.
         (2)  Para la perfecta inteligencia de este oscuro pasaje, véase nuestro es-
       tudio titulado Su teología y teoría del cosmos, § 7.
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