Page 495 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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484        Parte III.—Textos: Fo tuhat, II, 440, 441
        sí que necesariamente se verá impulsado el amante, por la fuerza del
        amor, a crear o dar la existencia a su amado.
          Esta cuestión no la encontrarás en ningún libro expuesta con  la
        exactitud que acabamos de explicarla, pues yo no he visto a nadie que
        la analizase con tanta precisión, a pesar de que son muchas las per-
        sonas que aman; dije mal: todo ser que existe, es amante; pero no se
        da exacta cuenta de cuál sea  el objeto de su amor, porque todos se
        ofuscan con  el ser real en  el cual existe lo que aman, y se ilusionan
        creyendo que dicho ser real es su amado, cuando en realidad tan sólo
        lo aman de un modo secundario y subordinado; en realidad, nadie ama
        a cosa alguna, por y para esta cosa amada; solamente la ama, por y
        para sí mismo (1). Esta es la verdad real; en efecto: lo que no existe
        no puede tener voluntad, para que el amante lo ame por y para ello,
        abandonando su propia voluntad y subordinándola a la de su amado;
        luego si la cosa no es en sí misma más que de esta manera, no resta sino
        que el amante lo ame por y para sí mismo. Entérate, pues.
          Este es el amor espiritual, despojado de las formas físicas; porque
        es de advertir que  si  el amor, según dijimos al hablar del divino, se
        puede revestir de esas formas y manifestarse en ellas, mucho más apto
       para ello será el amor espiritual, puesto que  el espíritu, en cualquier
        modo de ser que se le considere, es una de las varias formas que en el
       mundo existen, aunque sea de esencia superior a la naturaleza (2).
         (1)  Esta tesis de que todo amor se reduce al amor propio, está enunciada
       en otro lugar (Fotuhat,  II, 41,  1. a  18) en estos términos: "Aquel a quien Dios
       ama, viene Dios a ser su oído, su vista, su mano, su pie, su lengua y todas sus
       potencias, y el sujeto de éstas, es decir, Dios se identifica con ellas; o mejor, es
       el substratum de  ellas. Luego Dios no ama entonces más que a  sí mismo. Y
       este es un amor más vehemente que  el amor de los demás, pues  el amor que
       se tiene a los otros es un efecto del que uno se tiene a  sí propio, mientras que
       éste último no es jamás efecto de aquél. Luego el amor original es  el que  el
       ser se tiene a  sí mismo."
         (2)  Quiere decir que  si Dios, para ser amado de los hombres, se reviste
       de una forma física, á fortiori, será eso posible respecto del espíritu, ya que
       éste es una forma (aunque espiritual), mientras que Dios no es forma. Además,
       en la jerarquía de los principios de la metafísica de Abenarabi, el Intelecto uni-
       versal y el Alma universal (de quienes los espíritus proceden) están más inme-
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