Page 178 - Drácula
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Drácula de Bram Stoker


                         Su lucha por mantenerse en vida era algo terrible de ver
                  y escuchar. Sin embargo, el funcionamiento, tanto de su corazón
                  como de sus pulmones, mejoró, y van Helsing practicó inyección
                  subcutánea de morfina, como antes, y con buenos resultados.
                  Su desmayo se convirtió en un sueño profundo. El profesor la
                  observó mientras yo bajaba con Quincey Morris, y envié a una
                  de las sirvientas a que le pagara al cochero que estaba espe
                  rando. Dejé a Quincey acostado después de haberle servido un
                  vaso de vino, y le dije a la cocinera que preparara un buen desa
                  yuno. Entonces tuve una idea y regresé al cuarto donde estaba
                  Lucy. Cuando entré, sin hacer ruido, encontré a van Helsing con
                  una o dos hojas de papel en las manos. Era evidente que las
                  había leído, y que ahora estaba reflexionando sobre su conteni
                  do, sentado con una mano en su frente. Había una mirada de
                  torva satisfacción en su cara, como la de alguien que ha resuelto
                  una duda.
                         Me entregó los papeles, diciendo solamente:
                         —Se cayó del pecho de Lucy cuando la llevábamos ha
                  cia el baño.
                         Cuando los hube leído, me quedé mirando al profesor, y
                  después de una pausa le pregunté:

                         —En nombre de Dios, ¿qué significa todo esto? ¿Estaba
                  ella, o está loca? ¿O qué clase de horrible peligro es?
                         Estaba tan perplejo que no encontré otra cosa que decir.
                  Van Helsing extendió la mano ytomó el papel diciendo:
                         —No se preocupe por ello ahora. De momento, olvídelo.
                  Todo lo sabrá y lo comprenderá a su tiempo; pero será más
                  tarde. Y ahora, ¿qué venía a decirme?
                         Esto me regresó a los hechos, y nuevamente fui yo
                  mismo.
                         —Vine a hablarle acerca del certificado de defunción. Si
                  no actuamos como es debido y sabiamente, puede haber pes
                  quisas, y tendríamos que mostrar ese papel. Yo espero que no
                  haya necesidad de pesquisas, pues si las hubiera, eso segura
                  mente mataría a la pobre Lucy, si no la mata otra cosa. Yo sé, y
                  usted sabe, y el otro doctor que la atendía a ella también, que la
                  señora Westenra padecía de una enfermedad del corazón; noso
                  tros podemos certificar que murió de ella. Llenemos inmediata





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