Page 180 - Drácula
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Drácula de Bram Stoker


                  es un asunto común, y, sea lo que fuera, yo he hecho mi parte.
                  ¿No es así?
                         —Así es —le dije yo, y él continuó:
                         —Supongo que ustedes dos, tú y van Helsing, ya hicie
                  ron lo que yo hice hoy. ¿No es así?
                         —Así es.
                         —E imagino que Art también está en el asunto. Cuando
                  lo vi hace cuatro días en su casa, parecía bastante raro. Nunca
                  había visto a nadie que enflaqueciera tan rápidamente, desde
                  que estuve en las Pampas y tuve una yegua que le gustaba ir a
                  pastar por las noches. Uno de esos grandes murciélagos a los
                  que ellos llaman vampiros la agarró por la noche y la dejó con la
                  garganta y la vena abiertas, sin que hubiera suficiente sangre
                  dentro de ella para permitirle estar de pie, por lo que tuve que
                  meterle una bala mientras yacía. Jack, si puedes hablarme sin
                  traicionar la confianza que hayan depositado en ti, dime, Arthur
                  fue el primero, ¿no es así?

                         A medida que hablaba mi pobre amigo daba muestras
                  de estar terriblemente ansioso. Estaba en una tortura de inquie
                  tud por la mujer que amaba, y su total ignorancia del terrible
                  misterio que parecía rodearla a ella intensificaba su dolor. Le
                  sangraba el propio corazón, y se necesitó toda la hombría en él
                  (de la cual había bastante, puedo asegurarlo) para evitar que
                  cayera abatido. Hice una pausa antes de responder, pues sentía
                  que no debía decir nada que traicionara los secretos que el mé
                  dico desea guardar; pero de todas maneras él ya sabía tanto, y
                  adivinaba tanto, que no había ninguna razón para no responder,
                  por lo que le contesté con la misma frase:
                         —Así es.
                         —¿Y durante cuánto tiempo ha estado sucediendo esto?
                         —Desde hace cerca de diez días,

                         —¡Diez días! Entonces supongo, Jack Seward, que la
                  pobre criatura que todos amamos se ha puesto en sus venas
                  durante ese tiempo la sangre de cuatro hombres fuertes. Un
                  hombre mismo no podría soportarlo mucho tiempo —añadió, y
                  luego, acercándoseme, habló en una especie de airado susu
                  rro—: ¿Qué se la sacó?
                         Yo moví la cabeza negativamente.




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