Page 179 - Drácula
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Drácula de Bram Stoker


                  mente el certificado y yo mismo lo llevaré al registro, y pasaré al
                  servicio de pompas fúnebres.
                         —¡Bien, amigo John! ¡Muy bien pensado! Verdadera
                  mente, si la señorita Lucy tiene que estar triste por los enemigos
                  que la asedian, al menos puede estar contenta de los amigos
                  que la aman. Uno, dos, tres, todos abren sus venas por ella,
                  además de un viejo como yo. ¡Ah sí!, yo lo sé, amigo John; no
                  estoy ciego; ¡lo quiero a usted más por ello! Ahora, váyase.
                         En el corredor encontré a Quincey Morris con un tele
                  grama para Arthur diciéndole que la señora Westenra había
                  muerto; que Lucy también había estado enferma, pero que ya
                  estaba mejorando; y que van Helsing y yo estábamos con ella.
                  Le dije adónde iba, y me instó a que me apresurara. Pero cuan
                  do estaba a punto de hacerlo, me dijo:

                         —Cuando regreses, Jack, ¿puedo hablarte a solas?
                         Moví la cabeza afirmativamente y salí. No encontré nin
                  guna dificultad para hacer el registro, y convine con la funeraria
                  local en que llegaran en la noche y tomaran las medidas del
                  féretro e hiciesen los demás preparativos.
                         Cuando regresé, Quincey me estaba esperando. Le dije
                  que lo vería tan pronto como supiera algo acerca de Lucy, y subí
                  a su cuarto. Todavía estaba durmiendo, y aparentemente mi
                  maestro no se había movido de su asiento al lado de ella. Por la
                  manera como se puso el dedo sobre los labios, adiviné que es
                  peraba que se despertara de un momento a otro, y estaba teme
                  roso de adelantarse a la naturaleza. Así es que bajé donde
                  Quincey y lo llevé al desayunador, donde las celosías no esta
                  ban bajadas y por lo cual era un poco más alegre, o mejor dicho,
                  menos triste que los otros cuartos. Cuando estuvimos solos, me
                  dijo:
                         —Jack Seward, no quiero entrometerme en ningún lugar
                  donde no tenga derecho a estar, pero esto no es ningún caso
                  ordinario. Tú sabes que yo amaba a esta muchacha y quería
                  casarme con ella; pero, aunque todo eso está pasado y enterra
                  do, no puedo evitar sentirme ansioso acerca de ella. ¿Qué le
                  sucede? ¿De qué padece? El holandés, y bien me doy cuenta
                  de que es un viejo formidable, dijo, en el momento en que uste
                  des dos entraron en el cuarto, que debían hacer otra transfusión
                  de sangre y que ustedes dos ya estaban agotados. Ahora, yo sé
                  muy bien que ustedes los médicos hablan in camera, y que uno
                  no debe esperar saber lo que consultan en privado. Pero este no



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