Page 218 - Drácula
P. 218

Drácula de Bram Stoker


                         —Supongo que esto lo puso nervioso, pues cuando es
                  tuvimos el jueves en la ciudad sufrió una especie de impresión.
                         —¡Un susto, y después de la fiebre cerebral tan cercana!
                  Eso no es bueno. ¿Qué clase de susto fue?

                         —Pensó que vio a alguien que le recordaba cosas terri
                  bles; acontecimientos que le causaron la fiebre cerebral.
                         Y al decir aquello toda la historia pareció sobrecogerme
                  repentinamente. La lástima por Jonathan, el horror que había
                  experimentado, todo el aterrador misterio de su diario, y el temor
                  que me había estado rondando desde entonces, todo se me
                  representó en tumulto. Supongo que yo estaba histérica, pues
                  caí de rodillas y levanté mis dos manos hacia él, implorándole
                  que curara a mi marido y lo dejara sano otra vez.
                         Él me tomó de las manos y me levantó, y me hizo sen
                  tarme en el sofá, sentándose él a mi lado; me sujetó las manos
                  en las suyas, y me dijo con una indecible ternura:
                         —Mi vida es yerma y solitaria, y tan llena de trabajo que
                  no he tenido mucho tiempo para la amistad, pero desde que he
                  sido llamado aquí por mi amigo John Seward he llegado a cono
                  cer a tanta gente buena, y he visto tanta nobleza que siento más
                  que nunca, y esto ha ido creciendo al avanzar mis años, la sole
                  dad de mi vida. Créame, entonces, que yo vengo aquí lleno de
                  respeto por usted, y usted me ha dado esperanza... Esperanza,
                  no de lo que yo estoy buscando, sino de que todavía quedan
                  mujeres buenas para hacer la vida feliz... Mujeres buenas, cuyas
                  vidas y cuyas verdades pueden ser buenas lecciones para los
                  hombres del mañana. Estoy muy contento de poderle ser útil a
                  usted, pues si su marido sufre, sufre dentro de los dominios de
                  mis estudios y experiencias. Le prometo a usted que haré con
                  gusto todo lo que pueda por él; todo lo que pueda por hacer su
                  vida más fuerte, y que también la vida de usted sea feliz. Ahora
                  debe usted comer. Está usted agotada y tal vez emocionada. A
                  su esposo no le gustará verla pálida; y lo que no le gusta de la
                  que ama, no es bueno para él. Por lo tanto, por amor a él debe
                  usted comer y sonreír. Ya me lo ha dicho usted todo acerca de
                  Lucy, así es que ahora no hablaremos sobre ello, pues puede
                  molestarla. Me quedaré esta noche en Exéter, pues quiero pen
                  sar mucho sobre lo que usted me dijo, y cuando haya pensado le
                  haré a usted preguntas, si me lo permite. Y luego, también me
                  contará usted los problemas de su esposo tanto como pueda,





                                             217
   213   214   215   216   217   218   219   220   221   222   223