Page 219 - Drácula
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Drácula de Bram Stoker


                  pero todavía no. Ahora debe comer; después hablaremos largo y
                  tendido.
                         Después de la comida, cuando ya habíamos regresado a
                  la sala, me dijo:

                         —Y ahora, cuénteme acerca de él.
                         En el momento en que iba a comenzar a hablarle a este
                  gran hombre, empecé a sentir miedo de que creyese que yo era
                  una tontuela y Jonathan un loco (siendo su diario tan extraordi
                  nariamente extraño), y por un momento dudé cómo proseguir.
                  Pero él fue muy dulce y amable, y me había prometido tratar de
                  ayudarme, por lo que tuve confianza en él, y le dije:
                         —Doctor van Helsing, lo que yo tengo que decirle a us
                  ted es muy raro, pero usted no debe reírse de mí ni de mi mari
                  do. Desde ayer he estado en una especie de fiebre de incerti
                  dumbre; debe tener usted paciencia conmigo, y no creer que soy
                  tonta por haber creído algunas cosas muy raras.
                         Él me volvió a tranquilizar con sus maneras y sus pala
                  bras cuando dijo:

                         —¡Oh, mi querida amiga!, si usted supiera qué raro es el
                  asunto por el cual yo estoy aquí, entonces sería usted la que
                  reiría. He aprendido a no pensar mal de las creencias de cual
                  quiera, por más extrañas que sean. He tratado de mantener una
                  mente abierta; y no son las cosas ordinarias de la vida las que
                  pueden cerrarla, sino las cosas extrañas; las cosas extraordina
                  rias, las cosas que lo hacen dudar a uno si son locura o realidad.

                         —¡Gracias, gracias, mil veces gracias! Me ha quitado us
                  ted un peso de la mente. Si usted me lo permite, yo le daré un
                  papel para que lo lea. Es largo, pero lo he mecanografiado. En él
                  está descrito mi problema y el de Jonathan. Es una copia del
                  diario que llevó mientras estuvo fuera del país y de todo lo que
                  sucedió. No me atrevo a decir nada de él. Usted debe leerlo por
                  su cuenta y juzgar. Y después de que lo haya visto, tal vez sea
                  usted tan amable de decirme lo que piensa acerca de él.
                         —Lo prometo —me dijo, al tiempo que yo le entregaba
                  los papeles—; en la misma mañana, tan pronto como pueda,
                  vendré a verla a usted y a su marido, si me lo permite.
                         —Jonathan estará aquí a las once y media, y usted debe
                  venir a comer con nosotros y verlo a él entonces; podría usted





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