Page 233 - Drácula
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Drácula de Bram Stoker


                  abajo. Tomando luego el borde de la pestaña suelta, lo dobló
                  hacia atrás en dirección a los pies del féretro, y sosteniendo la
                  vela en la abertura me indicó que echara una mirada.
                         Me acerqué y miré. El féretro estaba vacío.

                         Ciertamente me causó una gran sorpresa, y me dio una
                  fuerte impresión; pero van Helsing permaneció inmóvil. Ahora
                  estaba más seguro que antes sobre lo que hacía, y más decidido
                  a proseguir su tarea.
                         —¿Está usted ahora satisfecho, amigo John? —me pre
                  guntó.
                         Yo sentí que toda la rebeldía agazapada de mi carácter
                  se despertaba dentro de mí, y le respondí:
                         —Estoy satisfecho de que el cuerpo de Lucy no está en
                  el féretro; pero eso sólo prueba una cosa...
                         —¿Y qué es lo que prueba, amigo John?.
                         —Que no está ahí.
                         —Eso es buena lógica —dijo él—, hasta cierto punto.
                  Pero, ¿cómo puede usted explicarse que no esté ahí?
                         —Tal vez un ladrón de cadáveres —sugerí yo—. Alguno
                  de los empleados del empresario de pompas fúnebres pudo
                  habérselo robado.
                         Yo sentí que estaba diciendo tonterías, y sin embargo,
                  aquella fue la única causa real que pude sugerir. El profesor
                  suspiró.
                         —¡Ah! Debemos tener más pruebas. Venga conmigo,
                  John.
                         Cerró otra vez la tapa del féretro, recogió todas sus co
                  sas y las metió en el maletín, apagó la luz y colocó la vela en el
                  mismo lugar de antes. Abrimos la puerta y salimos. Detrás de
                  nosotros cerró la puerta y le echó llave. Me entregó la llave, di
                  ciendo:
                         —¿Quiere guardarla usted? Sería mejor que estuviese
                  bien guardada.
                         Yo reí, con una risa que me veo obligado a decir que no
                  era muy alegre, y le hice señas para que la guardara él.





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